JENNI RIVERA: LA VOZ QUE HILA por César Bringas

Circulo de angustia

 me llevan de la mano

 el goce de la vida

 la pena de la muerte

Guadalupe Amor

 

 

Penélope y Circe. Las dos caras de la misma moneda. ¿Sería posible contar la historia de las mujeres de la Odisea con canciones de Jenni Rivera? A veces me parece que sí, basta verla en el escenario para saber del mar y de dónde viene la desolación. Ella lo sabía bien, que no llega el olvido sino con la muerte.

Sin embargo, el día de su muerte no pensó en la niña del gueto chicano que fue.

 Dolores Janney Rivera Saavedra nació el dos de julio de 1969 en la ciudad portuaria de Long Beach, California y perteneció, quizá con total consciencia, al tipo de estrellas que van viviendo su biografía al mismo tiempo que construyen su mito. Ligada desde pequeña a las imágenes de la virgen y el folclor mexicano su padre quería que fuera la siguiente Rocío Dúrcal o Lupita D´Alessio y desde los doce años la llevaba a clases de canto y música.

La suya es una historia conocida en México hasta el hartazgo: un matrimonio joven y violento, un embarazo accidental que la obliga a alejarse de la casa familiar, porque como dijo su padre, el jalisciense Pedro Rivera, en una entrevista “las cosas son así de dónde venimos”, Jenni Rivera fue la “niña vuelta mujer”, tan común en este rincón del tercer mundo. Embarazada iba a la escuela a escondidas, trabajaba a escondidas de su pareja, quién era sumamente celoso y varias veces llegó a golpearla, hasta a orillarla a un intento de suicidio a los dieciocho años del que sobrevivió, por intervención de sus compañeros de trabajo.

Salir de dos relaciones tóxicas de pareja, que le dejaron cuatro hijos y una visión cansada de la vida y lo que podía ser, la llevaron a buscar su voz, más allá imágenes metafóricas de la expresión. Ella, literalmente, halló su voz en la música de la comunidad latina de California a finales de los noventa y principios de los dos mil.

Entre corridos y fiestas, antes de dedicarse a la música enteramente, fue vendedora de bienes raíces para sacar adelante a sus hijos, y quizá esa imagen de mujer fiestera y fuerte fue lo que hizo que las disqueras la vieran con cierto recelo al principio, puesto que no se acomodaba al estereotipo de la mujer cantante, tan modosa en aquellos años.

Buscó el amor en múltiples ocasiones. “Yo no sé cuál era la estrella de mi hija, que siempre escogió mal a sus parejas” declaró su padre en entrevista. Porque ella, igual que George Sand, siempre tuvo una constante en su vida; el amor y el trabajo.

La parte importante de Jenni Rivera vino con su voz, con su música conectó como pocas personas lo han hecho con el público. Los productores se sorprendían al ver llegar riadas de mujeres solas, o con sus hijas, a los conciertos, algo inaudito en la música ranchera y de banda en ese entonces, que se sentían identificadas con su música. Hay evidentemente un asunto de clase en ello, las mujeres que escuchaban a Jenni Rivera no eran las mismas que escuchaban a Rocío Dúrcal, Lupita D´Alessio, Amanda Miguel, en décadas anteriores, que sufrían por el abandono del hombre amado, sí, pero se lamentaban solas y se lamían las heridas solas, señoras muchas veces más cercanas a la clase media que a la clase trabajadora y obrera de las maquilas. Jenni parecía decirle a cada madre soltera y cada mujer engañada, vénganse, mijas, que, si hay que llorar, lloramos con este tequila y lloramos juntas.

Jenni hilaba con su voz una historia conocida hasta el cansancio, para hacer que la gente recordara: el amor y el desamor se parecen y un buen día, también, desaparecen. Porque a veces el amor es sólo un ruido, y pedazos de vidrio roto.

Y en el escenario Jenni Rivera era Calipso, cuando cantaba

Él me dijo que era libre

Como el mismo aire era libre

Como las palomas era libre

Y yo lo creí

Ahora es tarde, señora

Ahora es tarde, señora

Ahora nadie puede apartarlo de mí

 

 Y en el escenario Jenni Rivera era Penélope al cantar

Tienes que entender

Lo que es mío es mío

Y no voy a soltarlo

Yo voy a pelear y defender mi honor

Yo soy su señora

Y mucho me ha costado

 

Y en el escenario Jenni Rivera era Circe cantando

Aunque sea de vez en cuando,

aunque sea de contrabando, pero ámame

aunque sea de contrabando,

aunque sea de vez en cuando, pero ámame.

 

Con esa lengua mitad flor, mitad agonía.

Ella era la esposa fiel, la amante cansada, la voz en alto que nombra y no reconocía el eco del amor.

Con esa lengua mitad flor, mitad agonía.

Sin embargo, el día de su muerte no pensó en la esposa fiel, la amante cansada, ni en el eco del amor.

Con esa lengua mitad flor, mitad agonía. Ella.

El día de su muerte, ella, que siempre quiso ser luz cayó del cielo.

Ese día tuvo su último concierto en Monterrey, el escenario estaba desarrollado para que la visión del público fuera un 360° completo, sin darse cuenta de que daba la forma de una cruz, ¿qué presagio era ese?

 

Aquí se abre la leyenda.

El chisme se puede volver viejo,

pero el mito                            no,

el mito            prevalece

se alimenta de las voces,

Comala acompaña a todo aquél que pegue el oído a la tierra.

 

“Se miraba como un cometa” dirían los testigos que vieron caer la avioneta el 9 de diciembre de 2012.

Meses antes ya se corría la voz de su asistencia a fiestas y sus conciertos privados con ciertos grupos del crimen organizado, en una entrevista para TV Azteca dijo: Yo llego, canto, me tratan muy bien y me voy. Yo vine a ganar dinero para llevarle a mis hijos, que me están esperando en casa, y se acabó, me tienen mucho respeto, no me piden más. Yo no tengo que andar preguntando a qué se dedican. La gente se hace la sorprendida con esos conciertos privados, pero lo cierto es que no es nada sorpresivo o diferente, como si el resto de artistas de su talla no hubieran hecho algo similar, basta recordar las fotografías del elenco del Chavo del 8 en la fiesta infantil del hijo de Pablo Escobar. Dice el periodista Miguel Aquino sobre estos casos “hasta el momento, yo no he sabido de ningún artista que esté en la cárcel por haberse presentado en la finca, o en el rancho, de algún sujeto ligado con la delincuencia organizada”.

 El periódico Reforma publicó un artículo donde un testigo protegido de la DEA, de alias Jennifer, hablaba sobre Jenni Rivera cantando en fiestas de Edgar Valdez Villarreal, y estableciendo ciertos nexos con su grupo. El mismo artículo menciona que en una fiesta hubo un altercado entre Valdez Villareal y la cantante, terminando ambos peleados y con Jenni diciéndole me las vas a pagar. Meses después es atrapado. El testigo protegido de la DEA, de acuerdo al Reforma, dice que Edgar Valdez Villareal siempre ha creído que Jenni Rivera lo denunció en venganza a lo que le hizo en aquella fiesta.

Después de su muerte se han tejido las conjeturas, desde diversos medios de comunicación, de que tuviera enemigos entre el crimen organizado y que estuvieran involucrados en el accidente en el que la cantante perdió la vida.

La muerte de Jenni Rivera sucedió en un momento convulsivo del país, con un lustro en guerra por la cruzada contra el narcotráfico iniciada por uno de los hombres más oscuros que han comandado el país, y que llegó al poder por la puerta de atrás, Felipe Calderón y con el regreso al poder del PRI, con el lavado de cara de parte de Enrique Peña Nieto, quien con el tiempo probaría ser el presidente más ineficaz en la historia reciente del país, y un hombre que había sido repudiado por la población desde el momento mismo de su candidatura a la presidencia y que entre gases lacrimógenos y muerte tomó protesta como presidente de la República, apenas unos días antes del accidente de la cantante.

Se dice que Jenni Rivera recibió tres avisos previos, un número cabalístico pues es el número de veces que negaron a Cristo, para que no actuara en Monterrey, que no llegara a la ciudad o que se fuera lo antes posible, y que esos avisos se los hizo un halcón del crimen organizado en San Pedro Garza García.

 

Tres avisos.

Canto de grillo. Grito de gallo. Trompeta que anuncia la caída de las murallas.

Uno antes de que llegara a Monterrey.

Canto de grillo. Grito de gallo. Trompeta que anuncia la caída de las murallas.

Uno antes de que empezara el concierto.

Canto de grillo. Grito de gallo. Trompeta que anuncia la caída de las murallas.

Y uno durante el concierto.

 

Pero en ese último concierto brilló con luz propia. Llevó al éxtasis a las quince mil seiscientas personas en la Arena Monterrey, con un escote de vértigo enmarcando sus hombros con su cabellera larga y rizada, copa en mano centró los reflectores en su mitad flor, mitad agonía para cantarle a lo que se parece y desparece: el amor y el desamor, un terreno de vidrios rotos, avenidas de polvo y aire.  En ese mismo lugar recibió el doble disco de platino por las ventas de sus producciones “Joyas prestadas” y “La misma Gran Señora”.

Al finalizar el concierto convivió en su camerino con diez fanáticos por quince minutos y salió a dar la que sería su última conferencia de prensa donde dijo sentirse muy bendecida y afortunada, sin poder creer todo lo que pasaba en su vida.

La versión oficial dice que Jenni Rivera se negó a pasar la noche en la Sultana del Norte porque al día siguiente tenía una presentación en el programa La Voz México, pero hay quienes afirman que se la veía agitada, quizá cautelosa, con un temor incierto, mitad flor, mitad agonía. Podría haber descansado un par de horas y salido muy temprano por la mañana, sin embargo, terminado el concierto ella y su equipo se fueron directo al aeropuerto. En el camino se detuvieron en un minisúper para comprar botanas para el viaje y mandó un mensaje a un amigo cercano para decirle que ya casi salía de la ciudad y que le mandaría mensaje, para verse, cuando aterrizaran.

“Se miraba como un cometa” dirían después testigos que vieron desplomarse la avioneta.

Desde una altura de veintisiete mil metros Jenni Rivera y seis acompañantes cayeron del cielo. Apenas quince minutos después de salir del aeropuerto de Monterrey se perdió la pista del radar y tardaron doce horas en encontrar los restos del accidente. Sin embargo, en redes sociales la noticia ya corría y desde TV Azteca Noreste se hicieron eco del bulo y corrieron a verificar si el jet privado accidentado en el ejido del Tejocote, en el municipio de Iturbide, era el de la Diva de la Banda. Marcela Perales, reportera, fue quien encontró entre los restos la licencia de conducir de Jenni Rivera y dio la primicia, antes que nadie, de que, si bien aún no era oficial la muerte de la cantante, sí estaba entre los tripulantes de la aeronave.

La casa de su madre, en Lakewood, California, se convirtió en un hervidero de fanáticos que se acercaban para dar el pésame.

“Del aplauso a la muerte” fue uno de los encabezados del día de su muerte.

Televisa canceló la emisión de ese día de La Voz México y transmitió un programa especial sobre ella y su carrera. Las redes sociales explotaron con teorías conspirativas sobre su muerte. Telemundo y Univisión, la Revista Billboard, Fox News, CNN, The New York Times, ABC y CNN en Español cubrieron en diferentes perspectivas la noticia. Desde el morbo hasta el periodismo serio. En el senado estadounidense el senador Marco Rubio dijo que la de Jenni Rivera era una verdadera historia de éxito norteamericano. El sueño americano cumplido apenas en la segunda generación. 

Se encontraron, en un radio de trescientos metros, restos del accidente. La policía y el ejército, que custodiaban la zona, realizaron actos de rapiña, para tener el souvenir y la anécdota chusca que contar. Doce horas después se daba la confirmación de que no hubo sobrevivientes. Los cuerpos de los tripulantes también estaban esparcidos, ningún cuerpo estaba completo, un año después el dueño del terreno aún encontraba restos. El de Jenni Rivera fue el primer cuerpo en ser identificado por pruebas de ADN, ya que al ser la única mujer abordo era más rápido de reconocer.

Averiguaciones oficiales posteriores, realizadas en coordinación entre la Agencia Federal de Aviación de Estados Unidos y la Dirección Federal de Aviación Civil Mexicana, dieron como resultado que el accidente fue causado por un tornillo flojo en el volante del avión, que hizo que perdieran el control. “No se encontraron pólvora o elementos químicos que indicaran que hubo alguna explosión” dicta el documento. En el mismo reporte se habla sobre el deterioro de la aeronave, ya bastante antigua, y cómo el piloto era un hombre mayor y el copiloto no tenía licencia vigente en México para pilotar, más otra serie de irregularidades que podrían haber causado el accidente.

El trece de diciembre de los restos de Jenni Rivera fueron entregados a sus hermanos, los también cantantes, Gustavo y Lupillo. Inmediatamente los trasladaron de Monterrey a Long Beach, California, donde fueron absorbidos entre lágrimas y aplausos. En el anfiteatro Gibson de California recibió un último homenaje y fue enterrada en el cementerio All Souls el treinta y uno de diciembre de dos mil doce.

Monhi Vidente, astrologa estrella de Televisa, dijo a haber predicho la muerte de la cantante unos días antes. Ten cuidado, encomiéndate a la Virgen, que a ti y a otras seis personas cercanas los persigue un cuervo negro, le dijo. Sus maquillistas afirman haberla visto temerosa y sin saber cuándo los vería de nuevo, como si ella, o su cuerpo, presintieran algo. Años después Paulina Rubio, compañera suya de aquel momento en La Voz, expresó sentirse culpable pues ella había presionado a Jenni Rivera para que llegara a tiempo a grabar el programa y no la hiera retrasarse con su itinerario.

Lo cierto es que con su muerte las ventas de sus discos se dispararon como nunca lo hicieron en vida, convirtiéndose en la interprete de música banda más vendida en la historia. Fue la tercer cantante en colocar tres álbumes seguidos en los tres primeros lugares de la lista top del Billboard Latino, sólo detrás de Celia Cruz y Selena Quintanilla.  Luego de su muerte han surgido libros, películas, series de televisión, documentales, programas especiales, crónicas periodísticas y un largo etcétera, que intentan atrapar por un momento a la mariposa mitad flor, mitad agonía.   

 

Diez meses después de su muerte,

su hijo menor la soñó caminando

descalza

desde un lugar indefinido y   oscuro

de México hasta California

para reunirse con su   gente.

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