Las gemas preciosas Por: Aarón González Alvarado

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Las gemas han llamado poderosamente la atención del hombre desde la antigüedad. Todas ellas, salvo la perla, el coral y el ámbar, son minerales y por tanto, sustancias cristalinas naturales. La forma externa exhibida con frecuencia por algunos minerales, así como su color, brillo, transparencia o dureza, despertaron pronto el interés por ellos, habiendo constancia de que los antecesores del Homo sapiens recogieron y usaron cristales de cuarzo como herramientas.

Pero fue la belleza de algunos especímenes minerales lo que los convirtió en objetos preciosos muy valiosos y su posesión y exhibición eran símbolos de poder, aparte de las propiedades mágicas que se les atribuían. Se conoce bien el uso ornamental no sólo del oro y la plata, sino también del corindón, topacio, olivino, jadeíta, amatista, cornalina, jaspe, ónice, ópalo, turquesa, granates, lapislázuli y malaquita por los antiguos sumerios, egipcios, chinos y mayas. Pues bien, déjame platicarte un poco acerca de una de las ramas de a geología que se encarga de todo esto, la gemología.

Muy bien empecemos por saber qué es la gemología. La gemología es la ciencia que estudia las piedras preciosas. Su conocimiento proporciona información sobre aspectos técnicos y comerciales, permite conocer todas las gemas y minerales gemológicos que se utilizan en el comercio, capacita para identificarlas y distinguirlas de las obtenidas por síntesis. Es decir, separar las de origen natural de las artificiales. Además de permitir descubrir los diversos tratamientos que se realizan para mejorar su aspecto o color, la importancia de estas técnicas y su repercusión comercial.

Durante un largo periodo de tiempo no se necesitaba, ni era realmente posible, la experta identificación de las gemas, y los especialistas tenían poco más que el “ojo de la experiencia” para respaldar su juicio. Actualmente los comerciantes en piedras preciosas necesitan conocer sus características y propiedades para así reconocer la amplia variedad que existe en el mercado y aprender con certeza a distinguir unas de otras, a la par que poder diferenciarlas de las posibles gemas sintéticas y de las imitaciones que, gracias a los avances de la ciencia y las nuevas tecnologías, han posibilitado su fabricación cada vez con más frecuencia y calidad tal que, a veces, resulta difícil distinguirlas de la gemas naturales si no se utilizan los medios adecuados.

Gracias a la gemología, se pueden llegar a reconocer y diferenciar los distintos tipos de gemas. En el pasado ha sido habitual dividir las piedras usadas en joyería en dos grupos: “piedras preciosas” y “semipreciosas”. Sin embargo, como no hay una clara línea divisoria entre ellas es mejor considerarlas a todas bajo el término general de gemas.

Por lo general, en el comercio de las piedras preciosas las más comunes son el diamante, el rubí, el zafiro, la esmeralda, la perla y, quizás, el ópalo. En el grupo de las piedras semipreciosas, tales como la turmalina, el zircón o el peridoto, su valor varía de acuerdo con la moda. Todas ellas poseen, entre otras, unas cualidades especiales, que las hacen particularmente valiosas. Las más importantes son la belleza, la durabilidad y la rareza. En relación con la belleza, las gemas “en bruto” a veces son también objetos bellos, pero su mayor estética sólo se alcanza después de que personas cualificadas las tallan y las pulen para poder resaltar aún más estas gemas.

La durabilidad es otra cualidad esencial ya que una gema debe resistir el paso del tiempo, la abrasiva influencia del polvo, los golpes o roces contra otros objetos, el empañamiento y los daños químicos resultantes de la humedad, el humo u otros factores atmosféricos. Además, debe ser capaz de durar largo tiempo sin alterar su color. La rareza juega también un papel muy importante en el valor de las gemas y puede tener una influencia mayor que la durabilidad o la belleza. Además, las gemas, como minerales que son, se encuentran en la naturaleza

como sustancias cristalinas, cuyas principales características son las siguientes:

Estructura atómica ordenada, representada por la “celdilla unidad” que consta

de un número definido de átomos elementales que constituyen el cristal.

Forma geométrica externa definida, bordeada de caras planas (p.ej. un cubo,

un octaedro). La regularidad de su estructura interna se manifiesta en su forma

externa cuando los cristales tienen libertad para crecer sin obstáculos. Muchos

minerales se encuentran como bellos cristales de formas regulares y simétricas, con

caras planas y brillo natural.

Para finalizar, cada especie mineral presenta generalmente una forma cristalográfica característica, o hábito, que se define como la forma más común en que aparece un mineral. Suele ser una forma geométrica o una combinación de dos o más formas geométricas. Tomemos de ejemplo dos de las gemas más valiosas, el diamante y la esmeralda. El primero se encuentra frecuentemente en forma de octaedros, y por ello se dice que tiene un hábito octaédrico; mientras que la segunda se encuentra en forma de prismas hexagonales, y se dice que presenta un hábito prismático.

 

 

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