Leyenda sinfónica: Fito Páez por Rebeca Lsp

BernardoCid/ArchivofotoFIC2019

Anualmente siempre hay un espectáculo del Festival Internacional Cervantino (FIC) que tiene lugar en la Alhóndiga y que está reservado para leyendas del rock. En ediciones anteriores, artistas de la talla de Café Tacvba y Molotov han llenado ese puesto, pero este año se ha llevado a otro nivel con Fito Páez y la OSUG.

La Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato sigue de manteles largos por el festejo de su 65 aniversario. Un par de días antes fue galardonada con la Presea Cervantina y ahora hace su primera colaboración con un rockero, el mítico compositor argentino Fito Páez.

¿Qué puede decirse del célebre cantautor que no sepa todo el mundo? Como que es una de las instituciones del rock argentino desde hace casi cuarenta años y famoso tanto por sus profundas y críticas letras, como por su multitud de incursiones con otros géneros, cosa que le ha granjeado más de una docena de importantes premios y reconocimiento en todo el mundo.

Desde muy temprano, la Alhóndiga de Granaditas se vio rodeada por una infinidad de personas que hacían la tradicional fila para entrar; todos lo sabíamos, se iba a súper atascar. Llegó la noche y en el recinto no cabía ni un alfiler. Como es típico en los espectáculos más esperados del festival, por las ventanas, balcones y terrazas de las casas al rededor se asomaban docenas de curiosas cabecitas listas para disfrutar la función. Las calles aledañas estaban también abarrotadas de ansiosos espectadores. La gente coreaba el nombre de Fito animada y la vibra expectante nos cubría a todos.

El concierto dio inicio acompañado de los vítores del público al ver al rockero salir alzando el brazo para saludar, con un distinguido traje amarillo canario junto con sus ya tradicionales lentes a juego. Al fondo, la OSUG estaba lista para comenzar el épico momento. Páez toma asiento delante de un piano de cola justo al centro del escenario y comienza su interpretación. Durante la segunda canción los espectadores lo acompañan con la letra y él, alegre, guarda silencio permitiéndoles cantar una parte, dejando a la Alhóndiga cantarle, y eso se repetiría varias veces más.

El ensamble entre el artista y la OSUG se fue desenvolviendo a la perfección; todo tenía un aire de leyenda entre las luces del escenario que no hacían más que resaltar el peculiar traje de Fito y su entrañable cabellera agitándose al ritmo de sus composiciones, mientras la gente aprovechaba las pausas entre una canción y otra para seguir coreando su nombre y aplaudiendo con euforia. Todo ello en conjunto pintaba una hermosa postal en la memoria colectiva del pueblo guanajuatense y del festival.

Rumbo a la mitad del concierto, tomó su otro instrumento familiar, la guitarra, con la que ejecutó varios de sus éxitos poniendo, por momentos, a la audiencia de pie. Luego, anunció que tocarían una composición instrumental hecha por él años atrás, suave, hermosa y que, de algún modo, seguía teniendo impreso su estilo.

Ya por el final, pidió a los asistentes que encendieran las linternas del celular y con exclamaciones del tipo “a Fito lo que pida",  la Alhóndiga entera le regaló a Páez una constelación artificial que se balanceaba al ritmo de sus piezas, creando una atmósfera épica, pocas veces vista en el lugar. La leyenda y la OSUG brillaban más que nunca.

Fito se despidió cantando a capela, sin micrófono, demostrando que aún le queda voz y vigor para rato. Los aplausos fueron, por ende, apabullantes y la transición al silencio casi imposible.

Fito Páez con la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato
Fito Páez sinfónico 
19 de octubre de 2019
Explanada de la Alhóndiga

Fotografía: cortesía FIC

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