“Ni modo que me quedará todo el tiempo encerrado. No se puede vivir encerrado”, fueron algunas de las memorables palabras de López Obrador en su primera mañanera, después de haber padecido coronavirus. Y, contrario a la costumbre de esta columna, le damos la razón; no se puede vivir encerrados.
Sin embargo, desde el 23 de marzo del 2020 -fecha en que inicio la llamada “Jornada de Sana Distancia”- buena parte de los mexicanos nos hemos quedado entre las paredes de nuestras casas, para intentar mitigar la transmisión y las muertes por COVID-19; en medio de una crisis de salud pública, cuya recomendación es quedarse en casa, lavarse las manos y usar cubrebocas, entre 10 y 15 millones de mexicanos no tienen hogar (dato aproximado en 2019). Esto sin contar a quiénes ya perdieron o viven bajo riesgo de perder sus viviendas por motivos relacionados con la pandemia…imagínense, al señor presidente una casa de 40 000m2 no le basta para estirar sus piernas.
El sistema de salud pública mexicano adolece de falta de vacunas desde el 2019: la del sarampión, papiloma humano, polio, etc. y para 2020 la crisis era tan profunda que se estima en millones el número de infantes quiénes durante el año pasado no fueron vacunados, incluyendo los recién nacidos. Tal como la ley de Murphy señala, la mal llamada estrategia nacional de vacunación contra COVID-19, ha resultado aún peor, pues cada semana desde diciembre se nos dice “¡Ahí vienen las vacunas!” “¡Ya vienen las vacunas!” pero éstas no hacen más que gotear en cargamentos tan exiguos que apenas 0.5% de los mexicanos han sido inoculados.
Mucho se ha culpado a las farmacéuticas, por incumplir con sus contratos, sin embargo, ¿cómo es que otros países sí han tenido acceso a las vacunas mientras que nosotros no? Además, excluyendo los factores relacionados con la entrega y producción, el gobierno federal proclama las cifras de dosis adquiridas como si ésas fueran significantes frente al total de la población mexicana…Pedro, se divertía jugando con los miedos de los aldeanos, gritando “¡Ahí viene el lobo!” una completa mentira pues no venía ningún lobo…en siglo XXI, la obra ha sido adaptada: “Obrador y las vacunas”.
Lo que enoja es la indolencia e indiferencia exhibida por López Obrador, a pesar de haber padecido la enfermedad, se rehúsa a usar el cubrebocas y se niega tajantemente a reasignar fondos de sus proyectos faraónicos para amenguar los efectos de la pandemia. AMLO tiene razón, no se puede vivir encerrado, cientos de miles de mexicanos han perdido sus trabajos como consecuencia de la cuarentena, la violencia de género e intrafamiliar se ha incrementado, el poder adquisitivo se ha reducido, la educación ha sufrido un severo revés… López Obrador corrió con la suerte de ser presidente, cuando, al menos, 171, 234 mexicanos, no tuvieron la misma fortuna.