Reseña Cafarnaúm por Esteban Govea

El filme libanés de 2018 Cafarnaúm, escrito y dirigido por Nadine Labaki, cuenta la historia de Zain, un niño que enfrenta juicio por una grave acusación en su contra. Desde el inicio, sorprende el hecho de que los padres de Zain no saben cuándo cumple años, ni cuántos años tiene, porque nunca lo registraron.

            Lo siguiente es el recuento retrospectivo de la vida de Zain, que trabaja en la calle vendiendo jugos con sus seis o siete hermanos y, también, se dedica a conseguir tramadol con recetas falsas, medicamento que lleva a su casa, donde es pulverizado minuciosamente por los padres y mezclado con agua. Posteriormente, los padres venden sorbos de esa agua a la gente de su barrio marginal.

            Cuando la hermana de once años de Zain, Sahar, tiene su primera menstruación, el pequeño de inmediato entiende el peligro que conlleva e intenta que su hermana oculte el hecho de que se ha vuelto mujer. Previsiblemente, el tendero de la calle y casero de la familia busca de inmediato comprar la mano de Sahar, lo que logra con relativa facilidad.

Indignado y furioso, Zain escapa de casa y comienza una travesía que lo lleva a conocer a Rahil, una indocumentada etíope madre del pequeño Yonas, también indocumentado. al pequeño Yonas mientras Rahil trabaja y trata por varios medios de adquirir documentos falsos para poder residir en El Líbano.

Como pasa a menudo en el cine y en la vida, todo se complica para estos personajes en situación vulnerable, al grado que Zain tendrá que cometer el delito que le imputan al comienzo del filme.

Los personajes están muy bien representados, pero en particular sorprenden lo bien representados que están los personajes de Zain y Yonas, los dos niños principales de la película. No sé cómo habrá hecho la directora para lograr que el niño de un año estuviera siempre en el tono, tanto que parecía que hubiera leído el guion. Zain Al Rafeea, el protagonista, interpreta su personaje con varios matices y con mucha autenticidad, al grado que es capaz de llevar la película por sí solo.

            La vida que retrata esta película es desoladora y angustiante. Todo está en obra negra o a medio derruir, todo está en ruinas por la guerra. Pero no sólo los edificios y las calles presentan esta decadencia, sino la gente misma, sus estructuras sociales, sus sistemas de valores. La fotografía resalta todos estos aspectos decadentes y logra una sensación claustrofóbica.

 

            En en estos tiempos de migraciones, refugiados, fronteras cerradas y amenazas de muros, el discurso de este filme sobre la arbitrariedad de un Estado que oprime a quienes carecen de documentos probatorios de existencia, de quien prácticamente no existe, seguro producirá resonancia.

            En suma, Cafernaúm es una gran película, desgarradora, sí, angustiante, también, pero sin duda inolvidable. Si no fue premiada en los Óscares como mejor película extranjera, eso se debe a que se trata de un filme incómodo para la política exterior de E.E.U.U. e Israel.

 

 

 

Esteban Govea es un poeta, narrador y guionista guanajuatense de treinta años radicado en la Ciudad de México. Es licenciado en filosofía por la UNAM, donde cursa la maestría en estética, y estudió guion de cine en el CCC. Dirige el Colectivo Arde y Cultura. Sus libros La Poética Robot y La Música Cósmica están de venta en Amazon.mx.

 

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