La Compañía Nacional de Teatro, al igual que el Festival Internacional Cervantino, cumple cincuenta años. Para celebrarlos, de acuerdo con las luchas y denuncias actuales, decidió estrenar un homenaje a la escritora mexicana Elena Garro con una puesta en escena donde, en el guion, la dirección y la actuación, participan mujeres.
El argumento es este: en 1968, en la Ciudad de México, Elena Garro se halla oculta en la pensión de una amiga española donde habita una mujer mayor exiliada durante el periodo franquista. Elena viste una elegante bata blanca y platica con la sirvienta de la casa mientras ven las noticias en la televisión, inventan películas y esperan, entre llamadas de amenaza, la cita en que su hija la recogerá. Elena ha sido acusada de traición tanto por el movimiento estudiantil como por el gobierno mexicano, es injuriada y perseguida violentamente. Después de esa noche, será confinada al exilio por dos décadas, mientras que su obra literaria será silenciada por muchos años. Mientras le tiñen el cabello para cambiar su aspecto, toda la élite intelectual, a la que pertenece y encabeza su propio marido, le ha dado la espalda y la ha reducido al anonimato.
Aunque debe reconocerse el empeño por redimir y dignificar las voces de las figuras femeninas acalladas en el pasado, al igual que los espacios reclamados y merecidos con talento por las mujeres en el presente, hay un rasgo común en muchos de estos intentos que es cuestionable: el dramatismo exagerado y la sobrevictimización. Con esto, no pretendo minimizar los abusos ni las injusticias; es imperativo continuar hablando al respecto, visibilizándolos desde cualquier trinchera posible, exaltando el valor y la valentía de mujeres que, sin duda, fueron excepcionales. Tampoco busco demeritar el trabajo de las artistas, pues la función dio muestra de una excelente labor teatral en todos los aspectos: un guion consistente, una estructura dinámica, un tratamiento del tema con matices variados, una actuación individual y en conjunto limpia, contundente y conmovedora, una escenografía y efectos de iluminación y sonido pertinentes y funcionales, un trazo bien planeado, un ambiente de fraternidad femenina envuelto por la confianza, la empatía y el diálogo donde el humor correctamente insertado aligeró el entorno sombrío y trágico, además de otras tantas cosas que son inherentes a una compañía profesional consolidada. Sin embargo, aunque es válida la propuesta desde la perspectiva y subjetividad de cada creador, existe el peligro de encasillar o etiquetar nuevamente a esas personas bajo los preceptos que parecen regir los homenajes en la actualidad: lo que se dice de ellas, lo que se quiere decir de ellas acorde con esta época, y no lo que ellas mismas dijeron de sí, lo dicen en su obra inmortal.
Es de admirar esta apuesta por la difusión, pues probablemente muchos espectadores buscarán a Elena Garro posteriormente y descubrirán su universo fantástico. Mas para mí, la Elena que he leído, a la que he visto en fotografías y he escuchado en videos, dista mucho (sin descartar la posibilidad de las múltiples e inesperadas reacciones humanas) de la mujer que se representa en escena envuelta por una paranoia desquiciante, inhabilitadora y, por momentos, infantil. Una que otra frase me suena a ella, a veces también identifico su ironía y con ello se hace presente su área de sobrevivencia, de demanda, de venganza, de justicia, de realización de las utopías de un mundo perverso: su escritura absolutamente hábil, poderosa e indomable.
“Olvida todo”, le aconseja la anciana Congreso minutos antes de su partida; “¿cómo?”, pregunta Elena indefensa, observando con miedo a su amiga Lola, mientras se coloca un abrigo elegante. Luego, Cruz, habiendo aprendido a crear historias inquietantes y llenas de extrañeza para evadir la realidad insoportable (la de ella, con un pato perdido entre las llamas), apaga las lámparas y cierra las cortinas.
“Hay que hablar, aunque nos cueste la vida”, impera escrito en texto blanco sobre el escenario oscuro. Esa es la Elena Garro a la que he imaginado tantas veces, a la que quiero seguir leyendo y descubriendo en sus amados y valientes libros, a la que quiero seguir recordando.
Compañía Nacional de Teatro
Olvida todo
22 y 23 de octubre de 2022
Teatro Cervantes
Fotografía: Germán Romero (cortesía FIC)