Toma de la Alhóndiga de Granaditas Emilio Adolfo López Chagoyán

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Querido lector, el 28 de septiembre de 1810 cayó la ciudad de Guanajuato tras 5 horas de asedio al también llamado “Castillo de Granaditas”, por las tropas al mando de Hidalgo, quien contaba hasta ese momento con el apoyo de 20,000 hombres, de los cuáles 1,200 eran soldados bien disciplinados.

Tras haber sido descubierta la conspiración de Querétaro el 10 de septiembre, Hidalgo llama a la población de la Congregación de Dolores a luchar contra el gobierno ilegítimo de José Bonaparte (también conocido como Pepe Botella) en la madrugada del 16 de septiembre, partieron hacia San Miguel el Grande (hoy de Allende) alrededor de 4,000 hombres, quienes de paso, al llegar al Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco, Hidalgo tomó la imagen de la virgen de Guadalupe para utilizarla como estandarte del movimiento insurgente, estando en San Miguel el Grande el 17 de Septiembre, nombraron la ciudad como el primer Ayuntamiento Independiente a cargo de Ignacio Aldama.

Posteriormente el 19 de septiembre siguieron a Celaya, donde mandaron una carta al Ayuntamiento pidiendo su rendición con la amenaza de que traían 78 europeos como rehenes a quienes podrían degollar si abrían fuego contra su gente o ponían resistencia, ahí mismo Hidalgo se autoproclama “Libertador de América”, se instalan durante 2 días y se discute si el siguiente paso es Querétaro o Guanajuato.

Mientras tanto, el Intendente de Guanajuato, Juan Antonio Riaño, al enterarse de lo ocurrido tomaría medidas precautorias, como encerrarse en la alhóndiga con 630 soldados y demás civiles españoles, colocó barricadas en las calles aledañas como Pósitos, Mendizábal y Bajada al río de Cata (hoy calle 28 de septiembre) y bloquear la puerta lateral con mampostería.

El 21 de septiembre, Hidalgo le envía una carta al Intendente, donde le plantea las razones del movimiento y parte para Guanajuato tomando las ciudades de Salamanca e Irapuato los siguientes 6 días, en los cuáles rápidamente se le unen más personas hasta juntar alrededor de entre 15,000 y 20,000 hombres, quienes llegan a la hacienda de Burras la cuál convierten en cuartel el 27 de septiembre; al día siguiente, Hidalgo le vuelve a enviar otra carta a través de Ignacio Camargo y Mariano Abasolo pidiendo su rendición, mientras que Riaño le escribe al Brigadier Félix María Calleja quién se encontraba en San Luis Potosí que lo socorra por que será atacado en ese momento y resistirá lo más posible, para ese momento son las 11 de la mañana.

Riaño le contesta a Hidalgo diciéndole que no reconoce su autoridad y peleará como un soldado, ante la respuesta, el ejercito entra a la ciudad por la calzada del Tecolote a través de la cañada de Marfil, liberan presos de la cárcel, se le une la población local, y comienzan a saquear la ciudad.

Al respecto existe una anécdota de Lucas Alamán, es que querían entrar a su casa, Allende, amigo cercano de su familia, ordena no saquear esa casa, un hombre lo desobedeció y Allende le disparo en la entrada, la familia Alamán serían de los pocos que no se encerrarían en la alhóndiga.

La multitud en su avance, destruyen con facilidad las barricadas instaladas en los alrededores y se colocan en dos frentes: hacia la alhóndiga y la hacienda de Dolores, para esto es la 1 de la tarde.

Desde la cima del edificio y de la hacienda, los soldados de Riaño disparaban hacia los alrededores, ante la carencia de un cañón, las latas vacías donde era transportado el azogue (mercurio utilizado para el beneficio de la plata), eran llenados de pólvora para ser usados a manera de granadas, mientras que entre la multitud de personas que se encontraban alrededor, algunos se subieron a las azoteas de edificios aledaños para arrojarles piedras con una honda, mientras que unos pocos utilizaban armas de fuego.

Con el trascurrir el tiempo, Riaño se impacienta al no recibir noticias de un mensajero que había mandado a caballo a las barricadas (quién habría sido asesinado por los insurgentes), así que abre la puerta y de la casa de enfrente al edificio un soldado le dispara en el ojo y muere de inmediato.

Con el Intendente muerto y ante la inminente escases de municiones, los soldados deciden rendirse, mientras que los que se encontraban en la hacienda siguen peleando pero no es suficiente; como Hidalgo había ordenado tomar el lugar sin cuartel, incendiaron la puerta y al entrar se dieron a la masacre y al saqueo de la ciudad, la cuál abandonarían el 1ro de octubre.

Tras la masacre cometida en Guanajuato, continuarían una campaña pacífica en Valladolid (hoy Morelia) y Toluca, que tras ganar en el Monte de las Cruces, tenían campo abierto para tomar la Ciudad de México, aunque se desconoce las razones por las cuáles Hidalgo no lo hizo, la razón más coherente es que la masacre cometida en Guanajuato le impactó lo suficiente como para no querer repetir un saqueo a mayor escala en la capital.

Ahora querido lector, usted se preguntará ¿Dónde quedó el pípila? pues mire, en 1846 Carlos María de Bustamante a través de su obra “Cuadro histórico de la Revolución Mexicana” relata a través de cartas (súper cursis por cierto) las cuáles fueron difundidas por la prensa de la época, cada uno de los eventos habidos y por haber de la independencia, la cuál es la fuente principal de los libros de la SEP y del imaginario colectivo de este país, en ella le dedica vilmente dos renglones el apodo de pípila, jamás dice el nombre real, su origen o su oficio, si no simplemente hace su aparición dramática y épica donde Hidalgo lo invoca y lo invita a que demuestre su valentía y haga quemar la puerta, posteriormente tras hacer una mala comparación de la Bastilla con la Alhóndiga cierra escena y continua con la masacre que relata en la carta, como si se tratara de Santiago Matamoros en la Conquista de México de Bernal Díaz del Castillo o de los dioses griegos en la Ilíada de Homero.

Posteriormente Lucas Alamán en su obra “Historia de México” de 1849 niega la presencia del pípila y en cambio dice que entre la calle de pósitos y la subida de los mandamientos (hoy terremoto) vendían rajas de ocote (servía para alumbrar las minas) y con ese combustible lo llevaron a las puertas de la alhóndiga y destruyeron la puerta.

Por último, José María Liceaga en 1868 en su obra “Adiciones y rectificaciones a la historia de México” menciona a un muchacho de nombre Mariano de entre 18 y 20 años, que vivía en terremoto y trabajaba en Mellado quien voluntariamente se ofreció a realizar aquella arriesgada empresa, le dieron para comprar aceite de beto, brea y ocote para quemar la puerta, pero cuenta que los vecinos lo vieron con una bolsita de lo que le habían remunerado custodiado por soldados insurgentes pero después no lo volvieron a ver ni a saber de el por que seguramente lo mataron para quitarle el dinero aprovechando el tumulto que se estaba llevando a cabo y ni quien preguntara por el.

Así pues, querido lector, jamás sabremos con lujo de detalle los hechos que ocurrieron aquel día, lo que podemos asegurar es que el pípila vive en el imaginario colectivo como símbolo del levantamiento armado, aunque la gente y los guías de turistas neciamente digan que es Juan José de los Reyes Martínez y tengan actas de nacimiento y defunción de ésta persona, no significa que realmente sea el personaje que quieren que sea.

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