Le quito las pilas a todos los relojes de su casa, se quedaron congelados justo a las cinco y media. Después tapo las ventanas con gruesos cobertores, evitando a toda costa que irrumpiera cualquier rayo de luz. Finalmente esa fría tarde de diciembre se recostó en su cama con su pijama de felpa puesta, con olor rancio. Esperaba que por arte de magia cayera en un sueño profundo del cual no despertará jamás, y si se durmió, pero despertó quien sabe cuántas horas y pesadillas después. Hace ya muchos meses que vivía con ellas, odiaba despertar con la sensación viva en la piel de aquellas horrorosas imágenes, mismas que se quedaban en su mente muy conscientes; y cuando tenía suerte solo despertaba completamente sudorosa y con el corazón latiéndole muy rápido pero sin recuerdo alguno de lo que había soñado. ¿Cuándo fue que comenzaron esas pesadillas? Ni siquiera lo recuerda, quizá cuando le quedo poco dinero, o cuando se quedó sin trabajo, ¿o fue cuando murió su hermana?, ciertamente no lo recordaba ni le importaba, y nada importaba, todos los eventos que la fueron derrumbando parece que ahora se encuentran años y años atrás. Y ha aprendido a vivir con malos sueños, ¿qué otra cosa le queda? Al despertar, con una frazada envolvente se dirige a la cocina donde aún queda un poco de alcohol barato, quiere volver a dormir. Piensa en como no se le ocurrió hacer eso antes, eliminar el tiempo de su casa, sin relojes ni luz igual que en los casinos donde solía ir a jugar con su hermana, donde era muy divertido perderse por completo de lo que pasaba en el exterior. Se lleva la botella con ella a su cama se recuesta y mientras comienza a bebérsela se pregunta por qué mejor no ha terminado ya con esa basura que es su vida, y definitivamente no quiere salir al exterior por algo para intentarlo y dentro de la casa no hay nada interesante, o eso es lo que ella cree. Durmió muchas horas y tuvo un sueño que le dio una idea, o más bien le recordó algo, porque así pasa hay sueños que nos revelan ideas y cosas que habíamos olvidado. Se levando apesadumbrada y se dirigió a donde antiguamente guardaba su carro, en la cochera había un locker que guardaba cachivaches y una que otra herramienta, lo verdaderamente importante y aquello que le había revelado su sueño estaba arrinconado. Una soga fuerte que en algún momento había servido para colgar las piñatas en las fiestas, porque aunque no fuesen unas niñas a ella y a su hermana siempre les gusto ese juego. La tomo y la amarro en una parte alta y resistente del techo, la preparo y anudo bien para que no fallara a la hora de colgarse. Tomo una silla y se subió; en un momento por su cabeza paso hacer una carta de despedida, pero despedida ¿para quién? Ya no tenía a nadie con ella, nadie que pudiera derramar una lagrima por su muerte, nadie que se pudiera preguntar qué pudo haber hecho para evitar que cometiera el acto que estaba por realizar, absolutamente nadie por quien vivir. Y así con la misma rapidez con que llego ese pensamiento, empujo la silla hacía atrás y así aquel fue el último.
Un último pensamiento por Jessica Guzmán
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