Viaje Por Monse Martínez

MORELIA EN MI CORAZÓN

¿Planear un viaje con 4 días de anticipación? ¿Qué puede salir mal?, exactamente, ¡nada!, es más, va a salir mucho mejor de lo que esperabas.

Iba en el autobús camino a mi casa pensando en el puente que se venía, que ya estaba a la vuelta de la esquina, pensando en que ya llevaba cierto tiempo trabajando y no había disfrutado de esos frutos quincenales que me había dado, entonces llamé a mi mejor amiga. Ella es la única que me acompaña en mis loqueras y apoya cada decisión impulsiva que tengo. Le dije que si me acompañaría de viaje a Morelia, ya que hace mucho tiempo que quería conocer y ella sin dudarlo dijo que sí, y así comenzó la gran aventura; es increíble como toda gran cosa comienza con un sí, jalo, arre pues, como quieran decir pero que acepten.

El lunes comenzamos con la gran búsqueda de hotel y para mi mala suerte a cada uno que llamaba ya estaba lleno para justamente ese fin de semana, me comenzaba a preocupar y a espantar, pero entonces me habló mi amiga que ya había conseguido una habitación por medio de la aplicación de airbnb, no les mentiré pero al principio yo estaba un poco renuente, no le tenía mucha confianza a dicha app pero al no ver más opción acepté. ¡Listo! Ya teníamos el paso más importante del viaje, ya en la semana compramos los boletos, igual por el miedo de no encontrar el mismo día. Ahora ya tenemos los dos ingredientes principales. El viernes por fin llegó, nos encontramos en la terminal y de ahí partimos a la casa, yo llevaba 10 horas sin comer y eso para mí es un martirio y para acabarla el taxista se comportó un poco grosero con nosotras pero después de 30 minutos buscando la dirección dimos y lo primero que hicimos fue tirarnos a la cama, ya no me importó el hambre que sentía lo único que quería era dormir.

La alarma sonó a las 8 am, me levanté para darme un baño y cambiarme a gran velocidad, todo por la comida que ya suplicaba mi estómago; nos arreglamos y al dar el primer paso a la calle, ¡pum! Se nos cayó el corazón al ver lo hermosa que se miraba la ciudad, seguimos caminando sin perder la oportunidad de tomarnos una foto en cada rincón que mirábamos, yo, como precavida que soy, llevaba una lista de todas las cosas que por lo menos debíamos de hacer en un día, el primero en la lista, comer. Llegamos a un pequeño restaurante en los portales, frente a la catedral, y ahí comí los que probablemente no eran los chilaquiles más deliciosos de mi vida pero en ese momento me supieron a gloria, acompañados de un rico chocolate caliente, si van a Morelia no duden en probar su chocolate amargo; ya después seguimos rodando y entramos a visitar su catedral. Ahí, encontramos a un guía ya con un grupo y nos quedamos escuchando las historias que envuelven a tan magnífico edificio, personalmente soy una persona que le encanta escuchar historias e imaginar el cómo pasó todo aquello que me están contando, para mí era impresionante saber el tiempo que tardaron en hacerla, ni más ni menos que 84 años, eso quiere decir que las personas que comenzaron con su construcción no pudieron ver su obra terminada, aquí pude conocer el tercer órgano más grande de américa latina con 3600 flautas y ver plata y oro puro bajo un gran resguardo, no soy mucho de ir a la iglesia pero estar aquí me dio una tranquilidad enorme, aparte que el guía era un señor mayor que contaba las historias con gran pasión, así como cuando tu abuelito te contaba de cómo era la vida antes.

Debíamos terminar esa lista, así que seguimos caminando,  y caminando y caminando hasta que por fin llegamos al acueducto, ese lugar donde se encuentra la tan famosa fuente de las tarascas, sin duda alguna puedo decir que ese lugar fue lo que más me cautivó, sentí una paz interior que necesitaba justo en ese momento, no podía creer que un lugar tan pequeño pudiera contener tan majestuosa belleza, justo a unos cuantos pasos se encuentra el callejón del romance dónde la verdad no tengo palabras para describir lo que sentí ahí, tan sólo la combinación de un callejón en el cual puedes ir leyendo fragmentos del poema  “Romance de mi Ciudad”, de Don Lucas Ortiz, y a esto las jacarandas que salen de las casas, ver sus puertas de madera y pensar en cuantos años pudieran tener, al final te encontrarás una linda fuentecita, es como viajar en el tiempo y esos viajes me encantan, y hablando de viajes en el tiempo no podía faltar el museo del dulce dónde las personas están vestidas como en el porfiriato y además de mostrarte la historia de los dulces desde la época prehispánica te enseñan a hacer dulces de una manera artesanal, así como lo hacían las abuelitas de los años de 1900 o menos quizás más. Por la noche la catedral se ilumina de colores acompañados de coloridos fuegos artificiales que te hacen volver a recordar tu niñez, o por lo menos eso sentí ya que estoy muy familiarizada con eso, el centro de noche es otra cosa, todo con un ambiente 100% familiar, debes de probar unos elotes tan pero tan ricos, mi sueño hecho realidad, le podía poner el queso que yo quisiera y la salsa también, vale tanto esperar en la fila.

De verdad deben de probar todo lo que puedan mientras estén ahí.

Por último, nuestra noche terminó en el bar The 50´s, es un lugar tan genial y espectacular si te gusta el Rock pero de aquí omitiré detalles ya que lo que pasa en Morelia, en Morelia se queda…

 

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