Un proyecto para cumplir sueños por Joan Carel

Cortesía FIC

Sobre la escena hay seis bailarines. Sus nombres son Ada Janett Tovar, Sebastián Delgado, Estíbaliz Córdova, Dayana Márquez, Pryska Vargas y Paola González. Varios de ellos suelen caminar por las calles de Guanajuato día a día, hacer las compras, pasear a los perros, ir a la escuela para practicar o enseñar, montar propuestas coreográficas, organizar encuentros de danza, bailar, bailar mucho, vivir su sueño.

La función inicia. La música de Bach es su cómplice, al igual que Francisco Graciano, coreógrafo de la Paul Taylor Dance Company, asistido por Cinthya Schmulkovsky, y el Instituto Estatal de la Cultura, cuya tarea fue convocarlos y dirigirlos. Los bailarines, sentados al pie del escenario, contemplan el ensamble barroco para luego, a través de sus cuerpos, dar vida a las diversas emociones contenidas en las piezas del compositor alemán.

Sus vestidos son sencillos y de colores diversos: lila, amarillo, azul, rojo, rosa, verde; dibujan en su movimiento las líneas delicadas habituales de la danza clásica, pero la misma confección y el corte reflejan la libertad expresiva contemporánea. Sus pies desnudos hacen contacto directo con la duela. Sus rostros están llenos de entusiasmo y juventud, mas en sus cuerpos y en su interpretación es evidente la fuerza y la experiencia, su entrega plena.

A medida que transcurren los cuadros en solista, en dueto, en trío o en agrupación, cada uno de los bailarines impregna en el recinto su esencia, su estilo propio y su personalidad, aun cuando en escena interpretan roles o rasgos particulares. Eso es precisamente lo memorable de la gala, en especial para quienes identificamos sus nombres y, directa o indirectamente, los hemos visto crecer, hemos crecido con ellos. 

Veo a la bailarina del vestido azul, a Ada, pues es a quien reconozco con nombre, trayectoria y apellido. La conocí en el primer año de la licenciatura y desde entonces, sin que lo sepa, he seguido su pista. Sé que, antes de la universidad, la danza era su pasión y buscaba asiduamente formarse; sé que, después de graduarse, ha seguido especializándose sin pausa, concursando, atreviéndose. Sé también, porque la sigo en redes —aunque no fuera así, en más de un sitio resuena su nombre—, que enseña, gestiona, crea, propone y se compromete. Recuerdo un montaje suyo en una muestra hace años, realizado con creatividad y con el alma, ella y sus zapatos amarillos. No creo que sea solo mi percepción el decir que su ejecución dancística tiene un nivel profesional bastante elevado, además de que configura mensajes simbólicos congruentes y contundentes en palabra y movimiento. Cada vez que está en escena, Ada conmueve a profundidad. Es un hecho que ella y los otros cinco bailarines de este proyecto, jóvenes con trayectoria y deseo, lograrán llegar muy lejos: está ocurriendo.

Al final de la función, es evidente en el rostro de los artistas el gozo ante los aplausos de un público internacional satisfecho. El reconocimiento es auténtico y merecido. Afuera del teatro espera la familia, esperan los amigos; entonces, en las lágrimas de felicidad de otra bailarina, se confirma una hipótesis que es lección para todos: la vida es una danza perpetua y, con empeño, pasión y constancia, incluso más pronto de lo que dicta la estadística, los sueños se están cumpliendo.

Cortesía FIC

Bach, proyecto de danza
25 de octubre de 2022
Teatro Principal

Fotografía: Carlos Alvar (cortesía FIC)

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