El Auditorio del Estado inauguró esta temporada cervantina con uno de los eventos más esperados del festival, Coppél-I.A., en el que la compañía Les Ballets de Monte Carlo prometía una obra vanguardista con una calidad a la altura de sus casi cuarenta años de trayectoria.
Veinte minutos antes de que comenzara la función, pies engalanados y apresurados no paraban de entrar por las puertas de cristal saturando los pasillos y las filas del baño. Personas de todas las edades aniquilaban el silencio del lugar compartiendo sus expectativas con propios y con extraños; las butacas de todo el foro estaban ocupadas antes de la segunda llamada. El interés y el apremio por el comienzo del espectáculo era más que evidente.
Al abrirse el telón, nos encontramos ante un espacio blanquísimo. En el centro del escenario, tan solo dos bailarines: uno con vestimenta de científico loco; la otra con un atuendo metálico y poroso evocando con poca sutileza al personaje principal del filme Yo, robot (2004), un guiño para nada desatinando tratándose de una obra clásica (Coppélia, coreografía original de Arthur Sáint-León y música de Léo Delibes, con base en el cuento del Romanticismo gótico “El hombre de arena”, de Ernst Amadeus Hoffman), adaptada a la actualidad con la inclusión de la Inteligencia Artificial (IA). Ambos dan inicio entregándose a una limpieza de movimientos que, mientras se desplazan, van jugando con la escenografía y generando enmarcaciones visuales a distintos niveles.
El siguiente acto, mucho más apegado al ballet clásico que su antecesor, comienza cargado de emociones. La sincronía entre los movimientos y la sonoridad es tan precisa que resulta de lo más deleitable. Tanto la danza como el vestuario lucen mucho más desenfadados: la ropa parece vaporosa y menos ceñida al cuerpo, algo que colinda más con la danza contemporánea. En esta parte, la historia de amor entre una bailarina y un bailarín es contada, lo que se consigue con verdadera claridad.
La obra avanza y con ello se va entregando de manera muy orgánica a la mezcla. Sonidos futuristas, donde a veces se oye la voz artificial de la protagonista enunciando su nombre, se alternan o combinan con la música clásica, mientras los pasos tan cuidados del ballet se unen a la libertad de movimiento de la danza contemporánea; pero no solo eso, la escenografía misma comienza a ejecutar desplazamientos que se integran cuidadosa, delicadamente con las oscilaciones de las y los bailarines.
En este punto de la historia, el robot ha conocido al bailarín protagonista y el flechazo entre ellos inicia. Algo que destaca antes del intermedio es la aparición de un grupo de artistas con un vestuario que difería del resto, ostentando una moda geométrica cuya arquitectura futurista fluía inesperadamente bien con los desplazamientos.
Luego del intermedio, nos encontramos ante una escenografía distinta. Las formas circulares blancas habían sido reemplazadas por estructuras negras provistas de luces neón en los bordes. Asimismo, la música era mucho más densa, los sintetizadores e instrumentos eléctricos pasaron a tomar el lugar principal, relegando las armonías de la música instrumental tradicional a un segundo plano. Ahí es donde se da un acercamiento más estrecho entre el protagonista y quien él piensa es el robot, aunque en realidad resulta ser su amada primera. Este momento es muy íntimo, conmovedor incluso, pero no solo debido a la delicadeza de la ejecución dancística, sino también porque pone sobre la mesa una inquietud muy actual: el peso de la tecnología sobre nuestra vida cotidiana y nuestras relaciones.
La tensión entre los bailarines humanos, quienes sostienen la mayoría de los movimientos de ballet clásico, y los bailarines robots, con ejecuciones contemporáneas, se va haciendo más difusa, tornándose armónica conforme se acerca el término. Todo se vuelve gradualmente más y más equilibrado. Al final, cuando la IA se libera del yugo humano que pretendía interferir con su autonomía, la escenografía se va aclarando y despejando para llevársela entre sus artificiales entrañas.
¿Qué trata de decirnos esta estupenda confección dancística más allá de comprobar que las fusiones disciplinares pueden lograr un máximo sincretismo? Quizás la idea de que la relación entre la inteligencia artificial y el ser humano puede generar grandes progresos, pero también conflictos insospechados hasta ahora para la existencia humana, su sociedad y sus formas de vinculación.
Coppél-I.A.
Les Ballets de Monte Carlo
12 y 13 de octubre de 2024
Auditorio del Estado