¿¡Para qué sirve la poesía!? Qué desdichada pregunta brota de tus labios. Nunca fuiste cautelosa y ahora vienes y lanzas tu veneno sobre el nicho de los letrados del mundo. ¿Para qué sirve la poesía? ¿Para qué sirve mirar las estrellas? ¿Para qué sirve mirar un atardecer? ¡Para nada! Los artistas no crean lo innombrable por utilidad, los artistas no construyen castillos en el aire porque deseen ser arquitectos, los artistas hacen el poema porque el poema es un fin que se gesta y se justifica en sí mismo. El poema nace de la idea que se proyecta en el mundo y termina en la percepción de un escucha que, de alguna manera, la hace suya.
¿Para qué les sirve la poesía a aquellos que no son artistas entonces? ¿Para qué les sirve la paz a aquellos que viven en guerra? ¿Para qué les sirve la esperanza a aquellos que se han quedado sin voz? ¡Para nada! La poesía no es un capricho. Nunca nadie escapa de su mensaje que se proclama como el sentir del mundo. No se escribe poesía por costumbre, no se es poeta por pasatiempo. Se vive y se es poeta porque ahí donde los santos cantan, ahí mismo los emisarios de Lucifer se presentan como los profetas de Maldoror.
¿Para qué se escribe poesía? Para retratar lo invisible, para liberar al lenguaje de su prisión de generalidad absoluta, nunca se dice lo que uno quiere decir, nunca se entiende lo que uno quiere dar a entender. Y es que entre el ser y el lenguaje se cierne un abismo interminable. No es lo mismo decir un “Te extraño” que un “Es tan corto el amor y es tan largo el olvido”. Lo primero se dice como algo falso, lo primero es una mentira que le da la espalda a la propia verdad; lo segundo, por otra parte, es un Neruda, es un puente que conecta a lo óntico con lo onírico.
Siempre atenta, siempre dispuesta, la poesía nos seduce con sus ojos azules que nos atraviesan en medio de la duda, siempre vigilante, siempre presurosa, la poesía defiende nuestra alegría de los proxenetas de la risa, siempre altiva, siempre ensimismada, la poesía nos golpea y nos sacude de la gilipollada de quedarnos callados.
Así es querida mía la poesía no sirve para nada, la poesía no sirve ni para comer, la poesía no nos traerá la paz al mundo, no hará que te sientas plena ni satisfecha. La poesía morirá cuando sus hijos estén en paz, morirá cuando ya no haya algo por lo que valga la pena luchar… ¡No!, la poesía no es armonía, la poesía es revolución, la poesía es un "¡ya basta!" cuando el yugo del poderoso se impone sobre el inocente.
La poesía es una cosa siempre descompuesta, es una eterna ruptura, una eterna herida sangrante en el alma de Dios. Amada mía, ¡escúchame!, la poesía no sirve para nada, va más allá de lo mundano, es la delgada línea que separa al cielo del infierno, al sueño del despertar, a lo real de lo imposible.
Fotografía: María Paola Garrido Barrera (paogarriido)