En los últimos días, ante mis ojos, la vida de varios adolescentes se ha apagado como hilos de Moiras cortados, pero con sus propias manos. ¿Qué los llevó a tomar esa irreversible decisión? Sólo ellos lo saben. No… Posiblemente ni siquiera ellos lo saben. Tal vez eran para sí mismos seres indefinidos ¡y cuánto pesa la indefinición!
Algunas personas optan por las máscaras: se prueban una, la ajustan, incluso la confeccionan y con eso basta para caminar seguros detrás del estandarte de un “YO”. Otras se cuestionan constantemente, cambian de máscara cada vez y así mitigan la intranquilidad. Hay quienes, como mis jóvenes amigos, no pueden soportar la pesadez, mejor dicho, la pesada ligereza de ser.
Indefinido llega un individuo a la Plaza de San Roque. Despierta, despierta… y entonces descubre que tiene ojos, se da a sí mismo ojos para ver. Hojas secas (sus recuerdos) son movidas a diestra y siniestra por el aire; descubre el aire, “¡hay mucho aire!”. Una batería marca el ritmo de un latido, su latido, y entre alegría y miedo cobra consciencia de su angustioso palpitar. “¿Alguna vez te ha pasado que cuando duermes escuchas tu corazón? Sentí… ¡y lo sentí contento! Eso es bueno pues significa que estoy vivo. Desperté sin memoria, ¡pero sé que estoy vivo! y eso es suficiente para buscar entender… el pasado… el presente… la memoria… las palabras”.
Poco a poco un hombre descubre sus manos, pero no su rostro que busca desesperado máscara tras máscara en un infinito bestiario, sin hallar sentido dentro ni fuera de sí. El individuo encarnado por Aziz Gual de mil rostros, sin rostro, busca, prueba, juega, busca y la risa es el camino de un destino incierto. Palpita su corazón, enmudece, pues lo que en apariencia está bien puede ser lo peor; palpita, ríe; palpita, teme; palpita, descubre y ríe, porque a veces la risa es un consuelo ante lo que no se puede obtener.
¿Cuándo se pierde la memoria de la vida que transcurre? ¿Cuándo se adquiere una memoria? Quizá los que llegan a viejos han logrado convencerse a sí mismos de que entienden o se han resignado a no entender.
Pablo Neruda escribió, en una época de tensión política y económica: “Sucede que me canso de ser hombre… / Sucede que me canso de mis pies y mis uñas / y mi pelo y mi sombra… / No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas… / absorbiendo y pensando, comiendo cada día. / No quiero para mí tantas desgracias… / aterido, muriéndome de pena”. Pero el cansancio y la angustia de la humanidad no se limitan a lugares ni tiempos, por ejemplo, la incertidumbre de ser, de no saber quién se es.
Aziz Gual (clown)
El bestiario del gesto
11 de octubre de 2018
Plaza San Roque
Fotografía: Rubén Pax (Cortesía FIC)