Alice on the Run, Theater Titanick: dentro del monstruo Por Alberto Castañeda

Nadie deja su hogar a menos que su hogar sea la boca de un tiburón

Warsan Shire

Jonás se encuentra escapando de los mandatos de Dios, se oculta de su mirada y huye hacia los mares; es arrojado del barco y un pez gigante se lo traga. Pinocho se ha fugado del circo en forma de burro, cae al mar en busca de su padre, Geppeto;  un tiburón lo traga y ahí se encuentra con él.

¿Cuál es la diferencia entre divisar el monstruo desde lejos y estar dentro de él? ¿La experiencia carece de ominosidad? ¿El conocer sus entrañas, el habitar su estómago lo hace un lugar mejor,  y al monstruo un ente más soportable? Fue hace unos días, me llamaron para trabajar el primer fin de semana en el Cervantino, los horarios eran misteriosos pero la paga me era atractiva. Fue una labor cansada pero sin complicaciones. Fui testigo de un contenedor que escupió  tres montacargas modificados, escenarios y utilería. Las maquinas en funcionamiento generaban admiración en todos. El Leviatán desde afuera sorprende, maravilla.

Sabíamos que era sobre Alicia en el país de las Maravillas. Sí, la obra que me obsesionó en toda mi adolescencia. Esa obra que se convirtió casi en un hito mitológico de la huida, la persecución y el descubrimiento de mundos nuevos. En aquella charla que tuvimos entre llamado y llamado, el director nos aclara que Alice on the Run nos quiere transmitir la experiencia de los refugiados africanos en Alemania, nos cuenta que el hogar puede ser algo volátil, fugaz, efímero, flüchtiger era la palabra que usaban ellos. El hogar que puede ser la patria, el gobierno, nuestro estado… el Leviatán por excelencia.

Alicia se encuentra navegando entre pájaros burócratas, políticas de la belleza del cuerpo, guerras y aduanas carcelarias. Y yo estoy ahí para mantener  una cuerda tensa, evitar que el público pase  zonas prohibidas, alejarlos de los efectos pirotécnicos, apartarlos de la maquinaria que girará alrededor de ellos. Ahora se me confunden los monstruos; ya no estoy seguro si estoy dentro del monstruo que es la compañía Theater Titanick (residida en Münster Alemania, por cierto), o si es el monstruo del Estado asignándome un poder para olvidar lo incómodo que puede ser el hecho de que el estado ejerce poder sobre mí.

Poco puedo hablar del espectáculo en sí. El tener obligaciones y acciones sobre él no me permitió maravillarme del monstruo titánico. Aunque hayan sido acciones pequeñas, como peones de ajedrez en un juego del cual nunca supimos sus reglas previamente. Esas acciones fueron suficientes para no admirar algo que era para observarse y quemarse en segundos frente a los ojos. Lo efímero deja de serlo cuando te traga el monstruo. Eso es más aprisionante que el cándido olvido del espectador.

Jonás y Pinocho sabían que tenían que escapar de la barriga de sus monstruos, pero no sabían cómo hacerlo. Dentro del diabólico ser, la entrada no es la misma que la salida. Dentro de él, la forma de salir tendrá que ser viendo nuestro propio interior. Como si fuéramos un espejo del monstruo u otra criatura mitológica más. Jonás fue escupido por el pez cuando aceptó la omnipresencia de Dios, Pinocho cuando pudo reconciliarse con su padre ¿Acaso la única manera de escapar del Leviatán es reconciliándose con él?

Theater Titanick 
Alice on the Run
11, 12 y 13 de octubre de 2018
Los Pastitos

Fotografía: Cortesía FIC

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