Fotografía: cortesía prensa FIC
¿Cómo se difunde una obra literaria? ¿Cómo se difunde el gusto a la lectura? Es increíble la variedad de posibilidades que tiene un libro para llegar a tus ojos. Desde el mandato del maestro en la escuela, la recomendación de un amigo, la lectura de la contraportada, el vagabundeo por la biblioteca, la crítica literaria, la portada, la popularidad del autor, etcétera…
Todas estas están dotadas por un elemento de azar que hace al hallazgo una experiencia significativa en nuestras vidas. El hecho de que un libro llegue en el momento justo de nuestras vidas para entorpecerlas o aclararlas es la prueba reveladora de lo que significa nuestra vida con la literatura.
La difusión de la lectura es complicada, muchas de las políticas de lectura se mantienen a dar acceso fácil a los libros, una política bastante acertada a mi parecer. Otras políticas se dedican a decirnos lo que debe ser la lectura en nuestras vidas, algo que resulta nefasto y engorroso. El lector es el único que puede significar lo que es la lectura para él. Si no es este el caso se vuelve una estrategia de marketing más. Un claro ejemplo de esto es la estrategia de Gandhi sobre la lectura, las leyendas de los carteles “menos face y más book”, “Si dices “cercas” es porque estás muy lejos” muestran una significación de la lectura que ha sido usada hasta el cansancio: leer te quita lo ignorante. Esto obedece a una lógica clara de nuestro pensamiento: “Hago algo porque es productivo”, “Compro Iphone porque me da estilo”, “Tomo coca para ser feliz” y bueno, “Leo al Quijote para ser inteligente”.
Hace algún tiempo me preguntaron qué estudiaba, les respondí que Filosofía, luego soltaron la contrarrespuesta obvia a eso: ¿Y para qué sirve?, le dije que para nada y que eso ya era mucho decir. Leer no sirve para nada y eso lo hace más valioso que muchas cosas. La filosofía de lo útil y productivo nos ha arrestado en estos tiempos y no podemos hacer nada completamente improductivo. La contemplación es la cosa más improductiva del mundo y eso, actualmente, lo hace un acto rebelde. Si estamos en tiempos donde se enaltecen tanto los valores de individualidad como los de libertad, ¿por qué existe la necesidad de dar significado a los actos de los demás?
Es por eso que no puede dejar de hacerme ruido la idea de que el montaje Cervantina propone la idea de la Cervantina como un virus cuyos síntomas son la risa inteligente, la lucidez lúdica, la ironía aguda y la necesidad de defender la libertad. Todo ello comienza a parecer un conjunto de slogans de alguna marca. O es el simple juego de la apariencia y el snobismo: leer a Cervantes te hace inteligente y libertario.
Otro ejemplo de esto es la obra de Quijote vencedor de sí mismo, donde Cervantes aparece de cabeza e invita al espectador a leer, a gritar, a participar de su propia obra. En la segunda mitad de la puesta en escena aparece una actriz que encarna al lector a hablar de lo que la lectura es para ella, dándole un tamiz de proselitismo sobre lo importante que es la lectura para evitar el monstruo de la apatía para hacer el bien, sin mirar a quien. Es aquí donde la obra se vuelve aleccionadora, fabulada con moraleja.
Recordé entonces alguna conferencia sobre Eulalio Ferrer, fundador del Museo Iconográfico del Quijote aquí en Guanajuato, en donde contaban que, cuando cayó en la cárcel durante la Guerra Civil Española, cambió una cajetilla de cigarros por un libro, el libro fue un Quijote de 1912, este libro le afectó de manera muy importante, convirtiéndose en una obsesión para él la lengua y la obra de Cervantes.
Por otro lado se encuentra Grotowski, que narra cómo un párroco le prohíbe leer la Biblia frente a su madre para evitar “malas” interpretaciones, luego un catequista joven le da en secreto una Biblia y él la lee a escondidas en un galpón cerca de su casa, dándole este texto una influencia importante en la creación de su teatro pobre.
La historia de cómo llega el Quijote a Ferrer o la Biblia a Grotowski no tiene rastro alguno de una moralización, una lección o moraleja. Se queda en el registro de cómo empezó una pasión, de cómo se vuelca su vida o cambia de significado. Es una historia sin pretensiones de difusión cultural, sin pretensiones de vender, sólo un registro íntimo de que sucedió. ¿Es necesario entonces apegarse a la obra de Cervantes como una marca de intelectualidad y deseos libertarios?
Cervantina. Versiones y diversiones sobre textos de Cervantes
Compañía Nacional de Teatro Clásico y Ron Lalá
Teatro Principal
5 de octubre. 18 horas
Quijote, vencedor de sí mismo
Teatro de Ciertos Habitantes
Mesón de San Antonio
8 de octubre. 20 horas