Creo que nunca he visto un telar. No sé qué dimensiones suelen tener ni cómo funcionan con exactitud. Si alguien en este instante me pidiera que describiera uno, no sabría cómo empezar ni qué características resaltar. “Un aparato probablemente de madera en el que colocas hilo y… lo mueves de tal manera que el hilo se junta con otro hilo y…”, sería lo único que con torpeza podría decir. He visto cómo tejen las arañas, eso sí. Y he llegado a imaginar que algo parecido es el movimiento preciso de un telar, pero no podría asegurarlo.
Hace unos días se presentó en el Teatro Juárez la compañía de danza de Malavika Sarukkai con la puesta en escena Thari-The loom. Apenas empezó la función, líneas de luces blancas cruzaron el escenario y los cuerpos de los bailarines colocados casi en absoluto equilibrio mantenían una increíble tensión entre ellos. Los movimientos se fueron trazando con ligereza, siempre llegando a un punto concreto que marcaba un nuevo comienzo. Una repetición hipnótica en donde mantener el ritmo se transformó en una experiencia más allá de una coreografía bien ensayada. Giros, alargamientos, acciones aisladas y, aun así, todo en perfecta armonía; bailarinas atravesando en líneas verticales el espacio desde el fondo hasta el proscenio para luego intercambiar posiciones. Entonces lo comprendí. Estaba conociendo el telar a través de la danza: “comienza la ceremonia, el telar está vivo”.
Para Sarukkai, coreógrafa de esta propuesta escénica, no existe diferencia alguna entre tejer y bailar, entre los principios básicos del Bharatanatyam (danza clásica de la India) y la urdimbre. Los motivos y las tramas de uno y otra se entremezclan: el espacio y el ritmo confluyen. Y entonces el Sari nace. Lo que empieza como una constante tensión de hilos se libera hacia el color y la soltura; este vestido típico de las mujeres de la India no es sólo un atuendo, sino la expresión máxima de la unión entre Krishna y Radha. La coreografía nos sumerge en ello: “bailamos la danza del sari, porque el sari habla de mí”.
Hay algo más entre los hilos, hay algo más entre el ritmo y la repetición perfecta, “algo más allá, libre de la respiración”. Algo que Sarukkai ha querido mostrarnos con su puesta en escena y que ahora que intento plasmarlo en palabras me resulta imposible. ¿Qué queda luego de la vertiginosa y constante cadencia del telar? ¿Queda silencio o algo que resuena al infinito? Queda, nos dice la coreógrafa, aquello que pone la distancia entre la vida y la muerte, si es que tal distancia es posible.
Malavika Sarukkai Ensemble
Thari-The Loom
12 de octubre de 2018
Teatro Juárez
Fotografía: Claudia Reyes Ruiz (Cortesía FIC)