Crónica de fracasos por Mari Pineda

No he sido capaz de amar, fueron las primeras palabras que surgieron en mi cabeza mientras leía los primeros poemas Giselle Ruíz.

 

No encontré en mi baúl de sentimientos o sensaciones algo similar a lo que ella postraba en versos.

No habían despedidas dolorosas, engaños tan metidos a la fuerza en mi vida o no de tal magnitud y no es que busque un punto de comparación, sin embargo, los poemas al final de cuenta es algo que quieres decir. Expresar sentimientos en palabras y la empatía queramos o no, viene implícita.

 

El poemario Crónica de fracasos es la suma de los amores que experimentamos o deberíamos hacer, narrados en un espacio contemporáneo que no da lugar a lo desconocido a lo largo de 80 páginas sin bordes desgarradores y ostentosos.

 

Ha sido difícil identificar razones, los culpables están ausentes. No es como leer a Andrea Valbuena y fácilmente elaborar una hipótesis sobre aquello que dio pauta a “El amor que no se hace” y suponer que fue simplemente un amor no correspondido. Esto es misterioso y justo aquí nacen las preguntas: ¿Cómo desnudar el alma de un poeta que carece de ropa? ¿Qué pasaba en la vida de Giselle cuando escribió “III”? No tenemos suposiciones, no tenemos una escena, pero si el sentimiento de empatía y eso es mejor.  Reconocer lo desconocido como nuestro y experimentarlo, eso hace Giselle.

Es difícil escoger un favorito, la poesía es envidiosa, celosa y valiente. Cada uno de sus versos se defiende y le adoptamos a  nuestro entorno con base a experiencias, sin embargo, siempre habrá algo que salte a los ojos e impacte, este es el mío: No puedo bloquear los telegramas.

 

No puedo dar una calificación, hacer comparaciones como solemos hacerlo con el café, aun así, si existiera la posibilidad Crónica de fracasos sería el café ideal:  1 1/2 cucharada de café, media de azúcar y una pizca soledad para acompañarlo.

 

No puedo bloquear los telegramas

 

Corren los días pero lo hacen a marcha forzada.

Estoy a un paso de guardarme en la alacena

y cobijarme con las fotos que tomaste en el verano.

El timbre interrumpe mis ansiados planes,

abro la puerta y la luz daña mi estatus de vampiro.

Pagaste $26.50 para que me entregaran

Un poema de Marzal:

 

Como yo te he querido, por supuesto,

Te habrán querido otros. Y otros tantos

En el futuro habrá que igual te quieran.

 

Hay un desfile de vecinos envejeciendo ante mis ojos.

En alguna parte de tu mente aún respiro,

en algún lugar de mi memoria aún existes.

 

Historia Anterior

4:01 a. m. por Aritzelt

Siguiente Historia

La Gestión: el futuro de las sociedades creativas por Maria José Abreu y Moisés Campos