Cuando el guanajuatense danza por Joan Carel

Ballet Folklórico de la Universidad de Guanajuato
Ecos de la Revolución y ¡Viva México! La historia y costumbres de nuestros pueblos
Alhóndiga de Granaditas
23 de octubre 

No es exageración decir que el Ballet Folklórico de la Universidad de Guanajuato (Bafug) es un orgullo estatal, o al menos sí para los residentes de la capital. Desde que comenzó el Festival Internacional Cervantino (FIC), la pregunta “¿irás a ver al Ballet?” era constante entre la gente de la ciudad. Aunque a lo largo del año hay frecuentes presentaciones, la del FIC parece ser el momento esperado durante todo el año; en ella la identidad guanajuatense –muchas veces indefinida– se expresa con júbilo, pues la asistencia siempre excede la capacidad de la Alhóndiga y, a diferencia de los conciertos llenos de foráneos, el público es local casi en su totalidad.

El folklor –conocido y difundido–  de la entidad es muy reducido, pero el Bafug impone respeto por su compromiso y creatividad al proponer cada vez una presentación distinta. La narrativa con la que suelen comenzar las funciones siempre logra cautivar, o al menos interesar, a los asistentes. Esta vez el discurso inicial fue solemne con una voz femenina desgarrada por el llanto: “Partimos y eso me llena de nostalgia. ¿Algún día volveremos?… Mira el río, es como nuestra vida, su voz, su canto… Río vida, río muerte. Muerte, insaciable devoradora de los hombres. Los cuerpos cuelgan sobre el río… El río lleva la vida enrojecida que se escapa por los huecos, la guerra, el odio, la perversidad, la necesidad de poder, los hombres y sus juegos malvados… Pero el agua limpia y redime los cuerpos”.

“Ecos de la Revolución” es el título de la presentación con la que el Bafug se suma al eje temático del FIC XLV “Revoluciones”, especialmente con la primera parte donde se incluyen el dolor de las adelitas por la despedida de los amantes arrastrados por la guerra, la determinación de las temerarias soldaderas, la desigualdad porfirista, el despojo de la clase alta en sus bailes de salón y la algarabía del pueblo, ya sea desde los cuarteles o al tomar posesión de alguna plaza. El ejército revolucionario está conformado esta ocasión por casi un centenar de soldados, tanto adolescentes como adultos entrados en años, todos contundentes al danzar las polcas que constituyeron la mayor parte de este encuentro.

“Cantar, cantar, cantar, reír, reír, reír, amor, amor, amor”, era la canción disfrutada en la sala porfirista, pero esos mismos rasgos están presentes en las trincheras y luego –si no es que siempre– en la vida de los pueblos, como en la recolección de agua donde alegres mujeres danzan con jarrones, o en el cortejo, a veces entre pájaros y otras entre arrieros y muchachas pudorosas, ya sea con música de marimba, de banda  o mariachi. La historia que recorre las regiones de norte a sur y de oriente a poniente, se narra continua, con transiciones infinitas que apenas se perciben por las asombrosas apariciones de vestuarios llenos de color y múltiples detalles incluso en su sencillez. Los hombres guían la velada con su fuerza y las mujeres la hacen resplandecer con sus sonrisas sinceras, pero las figuras coreográficas permiten el desfile ininterrumpido de cuadros, no sucedidos sino entrelazados, donde el  grupo de bailarines conforma un solo cuerpo danzante que se contrae, se alarga, se enfoca en la minucia y luego proyecta majestuosamente el colectivo.

El Bafug se viste de sandía para bailar el “Jarabe gatuno” y con ello muestra que en Guanajuato también se ríe, a pesar de que la gente en el trato cotidiano se muestre áspera. Luego se une la música José Alfredo, otra joya del estado, para decir afablemente adiós y dar gracias al pueblo que ya espera ansioso el programa del siguiente año.

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