Fotografía: cortesía Prensa FIC
Hay muchas actividades y experiencias invaluables en la vida de un hombre, por ejemplo, el contacto con la naturaleza como propone Rousseau en la crianza de su Emilio, lo cual de seguro contribuye a la formación de un ser humano mucho más prudente, sensible y sabio; pero en el mundo del siglo XXI en extremo urbanizado y cada vez más complicado, todo niño debería ir al menos una vez al teatro y en él ver abrirse ante sus ojos para toda la vida un paradigma infinito de posibilidades.
A pesar de que ocurre por un acuerdo político entre el gobierno del estado sede y el comité organizador, desde hace varias ediciones el Festival Internacional Cervantino en su programa “niños” tiene como objetivo acercar producciones de calidad planeadas y producidas con didácticas adecuadas a un público infantil. Para ello algunas de las funciones reciben a niños provenientes de comunidades y de escuelas públicas de manera gratuita.
En el último lunes del FIC 2016 el Teatro Juárez fue el sitio acordado para dar continuidad a tal proyecto antes del mediodía y los encargados de guiar dicha experiencia fueron el cuentacuentos mexicano Mario Iván Martínez y la Orquesta Filarmónica de Jalisco. “¿Conoces a Wolfi?” fue el título de la función en donde se contó, empleando títeres de diversos tamaños y estilos, algunos elementos sencillos de utilería y, por supuesto, la música del compositor austriaco interpretada tanto por la orquesta como por algunos niños, la infancia del prodigioso Wolfgang Amadeus Mozart.
La función estuvo abierta para el público en general y muchos adultos acudieron a la gala al igual que adolescentes de secundaria y preparatoria; sin embargo, en la luneta pululaban niños de preescolar y primaria risueños y entusiastas que leían atentamente su programa de mano, se maravillaban con las decoraciones del teatro porfiriano u observaban a los músicos cuando pedían “un momentito para afinar”.
“Un rato para imaginar con música” fue, como lo dijo en un principio el narrador, el espectáculo patrocinado por el FIC que, tal como una fábula, dio lecciones morales a los pequeños, como que la música más hermosa compuesta por el niño Mozart fuera dedicada en sus años tiernos a su amigo Mateo, quien con su flauta de pastorcito le ofreció consuelo y alegría durante un infortunio; pero también fue crítica al exponer la condición de los músicos en la época de las monarquías (y muchas veces en el presente) como un sirviente que a la orden del poderoso sólo entretiene, así como la subestimación de las capacidades de un niño por parte de los adultos, de la misma manera en que la sociedad suele menospreciar al artista, aunque paradójicamente luego lo utilice, casi como si fuese su responsabilidad y hasta sin darle recursos, como medio de salvación ante el caos y la miseria causada por el egoísmo y la ignorancia.
Al terminar la función el cuentacuentos anunció una historia más posterior a un intermedio, pero lamentablemente muchos niños tuvieron que volver a sus escuelas. Con una mejor planeación (difusión y logística en el acomodo de asistentes) más personas pequeñas y grandes habrían tenido la fortuna de aprender sobre los instrumentos de una orquesta y distinguir a las cuerdas de las maderas, los metales y las percusiones, además de disfrutar de la conmovedora aventura de una tuba de rostro expresivo (el de su colaborador ejecutante), quien aconsejado por un sapo pudo vencer los egos y las envidias de otros instrumentos mostrando lo bello que es su grave tono con una pieza por todos admirable.