No me había dado cuenta de la vida que lleva la gente de mi pueblo.
Resulta interesante y hasta cierto punto, entretenida la tertulia que se arma todos los días entre 7 y 9 de la mañana, todo mundo avanza apurado porque los minutos se les van consumiendo, van tarde, muestra de la poca disciplina que han practicado durante su vida entera.
¿Qué podemos encontrar?
Señoras casi corriendo a llevar a los chiquitines al preescolar y primaria, mientras sus esposos desde muy temprano han salido a trabajar, encerrados en las fábricas más de 8 horas, manejando máquinas, dándose cuenta que por cada pieza que elaboran, la vida se les va.
Después de dejar a los hijos muchas de estas madres que se dicen responsables, se juntan en un puestecillo de comida local, donde se cuentan los chismes de la tarde y noche anterior mientras degustan sus guisos de res y cerdo, pollo y uno que otro platillo elaborado con proteína vegetal.
Entre 10:30 y 11 se van a llevar el almuerzo de los hijos, a partir de ese momento se pierden en un vaivén organizado y casi coreográfico entre las labores que implican ser la que atiende el hogar.
Podemos apreciar en el jardín principal a las mujeres caminar de aquí para allá, que a la carnicería, a la frutería, a la cremería, que la comida ya va a estar, que ya casi salen los chamacos, que el esposo llegará de trabajar, todo ese andar se consume a las 2 de la tarde donde lo único que se ve pasar es a los jóvenes estudiantes que avanzan en grupos, como si de manadas se trataran, donde cada uno de los mismos tiene rasgos en particular que los difiere de los demás, encontramos a los que se dedican a molestar, encontramos a los que solo se ocupan en estudiar, los que tienen cierta popularidad, los que, tristemente, ya inician a beber y fumar. Quince minutos dura este desfile de voces, de 'dimes y diretes', de risas, de albures, de mentes frescas ansiosas por salir al mundo a explorar.
Poco después, como si de un toque de queda se tratara, las personas se pierden, 3 horas las calles prácticamente desoladas, ocupadas únicamente por aquellos que llegan de trabajar -casi arrastrando los pies, los ánimos, los sueños- y aquellos que apenas se van, es un encuentro entre expresiones de alivio por haber terminado una jornada más, mientras otros llevan la mirada inconforme porque apenas va a iniciar, mirada inexpresiva contemplando a las familias que se pueden relajar, mientras abordan el transporte para ir -como se dice coloquialmente- a ganarse el pan.
Llegandole a las 6 de la tarde le corren las señoras a los diferentes grupos de zumba y aerobic que en el pueblo hay, escuchas conteos y música electrónica por aquí y por allá, 'Eso chicas' 'Una más' 'Esa cadera que se mueva más', entre otras expresiones que las improvisadas instructoras gritan sin parar -digo improvisadas porque ninguna tiene preparación real- solo así pueden escapar a la rutina de ser mamás, a las 7 terminan y se van sudorosas a bañar.
Llegan las 8 y los jovencitos de secundaria y preparatoria comienza a salir a ver a las novias o juntarse en sus respectivos grupos en el jardín, mientras que en las calles las familias con niños pequeños y abuelos se sientan a disfrutar de la frescura que hay al anochecer, llegadas las 10, todos para adentro…
Llegan otros trabajadores más, al fín a descansar, una cama calientita los recibirá, pero hay otros que, como los de media tarde, apenas se van.
Día tras día, 345 días del año descontando los días festivos oficiales y locales que es donde le pueden cambiar, donde la gran mayoría puede descansar, se puede relajar, así pasan los años y pasarán, desde su nacimiento hasta su muerte.
Ahora bien, existe un pequeño grupo, los inconformes, los no adaptados, los que tienen ansias por volar, aquellos que desde pequeños se dieron cuenta que este no es su lugar, quienes no pueden aceptar ese ritmo, ese estilo de vida, los que quieren algo más, aquellos que no entienden cómo es que, llegada cierta edad, los niños dejan de soñar, los jóvenes pierden el interés por salir al mundo a explorar, no entendemos porqué se pierde el deseo de superarse, de estudiar, de cambiar.
¿En qué momento surge la idea de dejarlo todo y trabajar para tener una familia que siga los pasos de sus papás, de sus abuelos y de todos los que han estado antes de ellos?
'Esa es la costumbre' porque 'del pueblo para el pueblo', porque es lo que conocen y están a gusto así, algunos otros dicen '¿Que más le puedo hacer?'.
No puedo evitar sentir tristeza por esa mentalidad de conformismo, por esa desidia al compromiso, porque si ven que algo es bueno pero tendrá dificultades al inicio deciden no participar, prefieren condenarse a su mediocridad, a su pasividad.
Y así se va la mañana, la tarde, la noche, los años, entre anhelos y suspiros, entre prisas y desvaríos, entre charlas sin sentido, entre críticas, algunos se preocupan, lloran, se esconden, sienten vergüenza cuando llega un foráneo y no encuentra quien le entienda, quien lo apoye y se va, le temen al progreso, lo rechazan, "¿Qué es eso? ¿Quién se cree? ¿Por qué viene a decir que trae beneficio?" Están cómodos así, la mayoría, pero aquellos pocos que pueden ver la realidad -aunque sea tarde para ellos- tratan de salvar a sus niños, les enseñan que pueden salir, que deben salir, que es necesario para sobrevivir, para progresar, para tener una mejor vida de la que sus padres les pueden dar.
Así es la vida del pueblo, donde predomina un cómodo pensamiento general, donde tienes que ser igual o te rechazan, donde existe un arraigo tradicionalista asfixiante, una jaula disfrazada de tranquilidad, de comunión, de libertad, de paz.