El día que me diagnosticaron depresión me enfade muchísimo. De una manera en que jamás me he enfadado tanto. En mi garganta sentía un nudo… me dolía. Yo me sentía enferma, pero de algo muy diferente; no podía respirar. Y el viejo doctor de cabecera me miraba con sus ojos sabiondos mientras decía que no era normal que alguien como yo pensara en matarse.
No es que yo estuviera pensando precisamente en ese momento en matarme, pero es algo que pienso recurrentemente desde niña y nunca me pareció que tener la idea rebotando en la cabeza significaba que en realidad tuviera la intención de hacerlo. Quise explicárselo, que en mi ese tipo de cosas siempre habían sido naturales y no eran producto de algo que me estuviera dañando en ese momento, pero no me salieron las palabras. Aún estaba el nudo allí. Atado firmemente a mi garganta y no me dejaba respirar.
Quise gritarle, que me ahogaba cuando siguió dándome su plática sobre lo joven que era y lo maravillosa que es la vida. A mí solo me daban ganas de tirarle algo y de decirle que cual depresión ni que nada, ¡yo lo que tenía era algo atorado en la garganta!!
Pero él no escuchó. Se levantó después de escribir su nota con clásica letra ilegible de doctor y me sentenció a seis meses de tratamiento.
¡¿Seis meses de tratamiento?!! ¿Era en serio? Y yo me seguía ahogando. ¿Porque no se daba cuenta que lo que yo tenía era un dolor de garganta y no una maldita depresión?
No pude decirle nada. De todos modos, no me escucharía y de todos modos yo no tenía depresión. Se había equivocado. Yo lo que tenía si era un dolor de garganta y el en su afán de convencerme de algo que no era correcto se había inventado eso. Yo no estaba enferma, al menos no de eso.
Me seguí repitiendo durante varios meses que yo no estaba enferma.
Después me daría cuenta que el nudo que no me dejaba respirar en realidad era preocupación y mi preocupación había sido tan grande que se había manifestado físicamente al privarme de respiración. Y que después de tantos meses esa molestia ya no sería soportable. Era algo más. Sospeche que el viejo doctor no estaba tan equivocado. Estaba enferma. Por fin comencé mi tratamiento. Cuatro meses después de ser diagnosticada.