Cuando era niña tenía un diccionario de sinónimos y antónimos que tenía la portada color naranja y azul. Mi Mamá me lo dio. Le había puesto en la contraportada: “Este libro te va ayudar mucho”. Tenía razón. Sin saberlo, ella me había regalado las palabras una vez más. Ya no sólo aquellas con las que le respondía qué era un tucán o qué significaba árbol sino todas las otras. Aquellas que ya no habría usar, exclusivamente, para nombrar.
Pensado en esto, es que ahora estoy fascinada con la historia de María Molliner. Una mujer que escribió el Diccionario de uso del Español después de la Guerra Civil. Su método no era sencillo. Se ponía a leer los periódicos porque comprendió que es, justamente, en nuestra habla común y corriente, que nuestros significados se encuentran vivos porque los inventamos a la necesidad de su uso. Pero, así visto, su tarea se muestra infinita. Y de hecho, lo fue. Molliner corrigió su diccionario tantas veces como pudo, y como su editorial se lo permitió, en un periodo de 1951 a 1967.
Leí en algún lado que “ese diccionario le salvó del exilio interior y le otorgó de nuevo reconocimiento”. Yo creo que su descubrimiento tuvo que ver con admitir lo incendiario que puede ser nuestro lenguaje cuando recordamos las palabras que están en el olvido o cuando traemos a la memoria que son ellas las que nos comunican, nos provocan y nos hacen pero, también, nos demandan convertirlas en un acto o en una realidad.
1 http://www.eldiario.es/cultura/teatro/Maria-Moliner-mujer-revolucion-palabras_0_506750246.html