En memoria de Amalia por Joan Carel

Danza  Ballet Folklórico de México de Amalia Hernánez 65 aniversario Salva

Fotografía: cortesía prensa FIC

“El folklor evoluciona, así que no puedo mirar atrás” se cita a Amalia Hernández en el documental realizado por Canal 22. Sin embargo, la repetición año con año del mismo programa en el Festival Internacional Cervantino (FIC) –si no es que en todas sus presentaciones–, permite cuestionar dicha sentencia.

En 2017 se cumplen cien años del nacimiento de la mujer que fue “visionaria, guerrera y profeta en su propia tierra”, por hacer del folklor un proyecto de alcance internacional teniendo como prioridad el rescate de la riqueza cultural mexicana. Versátil y generosa, colega sin envidia, mexicana orgullosa y nacionalista, son algunos de los adjetivos empleados por su nieto y director general del Ballet Folklórico de México, Salvador López López, en la conferencia en su memoria dentro del programa del FIC XLV, así como por sus colegas y familiares en el documental que se proyectó como parte de la misma.

Como lo mencionan sus amigos, el trabajo de Amalia Hernández consistió en transformar el colorido, ritmo, misticismo y sabiduría de las danzas populares en una Bella Arte. Una historia de esfuerzo y disciplina, describen sus allegados al recordar cómo la compañía conformada por ocho integrantes en 1952 creció hasta llegar a ochenta bailarines en 1959, por lo que se le renombró como el Ballet Folklórico de México. Entre los logros casi imposibles del Ballet se cuenta el dar a conocer la cultura mexicana alrededor del mundo y abrir las puertas de escenarios destinados a artes encumbradas, como la ópera o la música de cámara. Desde el año en que se le bautizó, el Palacio de Bellas Artes ha sido la casa permanente del Ballet cada miércoles y domingo y en una de sus giras iniciales por Europa se le calificó como la mejor compañía del mundo.

“Hablar de Amalia es hablar de México”, cuentan quienes la conocieron y fueron testigos de sus esfuerzos, pero no sólo por el folklor, sino por el entorno donde vivió: nació en 1917, año de proclamación de la Constitución Mexicana luego de los largos años de movimiento revolucionario, hija de un político exgeneral; en una época donde bailar no era considerada una profesión, fue formada desde niña en casa por las grandes bailarinas de la época, tanto en folklor como en ballet clásico, Nellie y Gloria Campobello; amiga de Miguel Alemán, Adolfo López Mateos y Emilio Azcárraga. Aunque ese contexto no demerita el arduo trabajo, la dedicación y el talento de Amalia, es innegable que resulta bastante favorecedor para emprender un proyecto de tal magnitud.

Según sus colegas coreógrafos, directores artísticos y diseñadores –minimizando la crítica de los puristas del folklor–, el éxito de Amalia radicó en su visión de la escena, con la cual pudo apropiarse de la tradición, sacarla de su contexto original y proyectarla masivamente en el escenario. Esa hazaña es irrefutable, así como la majestuosidad de los vestuarios, la música y cuadros como el del “Venado” sonorense, “Las amarillas” guerrerenses, “La bamba” veracruzana o el “Jarabe tapatío” jalisciense cuando se contemplan por vez primera. Es comprensible que el programa y las coreografías se mantengan intactas en honor a su magnánima creadora; lamentablemente, el encanto inicial se pierde después de presenciar el mismo espectáculo una y otra vez, como ocurre anualmente en el FIC.

Este año, la presentación varió un poco en cuanto al orden de las danzas, pero todo lo demás transcurrió sin modificación: las mismas mojigangas del carnaval jarocho, los mismos matachines y sus tambores rodeados de verde y rosa neón; las mismas serpentinas para el “Son de la negra”… Aunque todo fue igual, hizo falta un cuadro prehispánico menos forzado, un “Vendado” más vigoroso y prolongado, un danzón con sus tradicionales vestidos blancos y un cierre mucho más animoso.

Se conmemoran los cien años del natalicio de Amalia Hernández y la sobrevivencia de su extraordinario Ballet Folklórico, mas esta vez en el FIC las ovaciones merecen ser para los músicos, quienes ejecutan con maestría sus instrumentos, ya sean de son jarocho o mariachi, y otorgan a la danza parte fundamental de su magia escénica. El rescate de esa bella música también debe agradecérsele a la mujer que nació para bailar, quien además entendía –sus palabras han sido rescatadas por Canal 22– que bailar y cantar son un pilar de la esencia del mexicano.

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