¿Qué hace un hombre para mantener el equilibrio? Para Jörg Müller la respuesta bien podría ser “seguir la luz”. Entre malabares y la música de Bach bellamente ejecutada en el violonchelo de Noémi Boutin, un hombre tiene la tarea de mantener erguida y en alto una vela en la punta de una vara. ¿Para qué?… Con las curvaturas sonoras el cuerpo también se retuerce de extremidad a extremidad, por cada vértebra, por cada articulación, con tal de mantener viva la llama frágil e inestable que lo guía. ¿Qué es la luz?
Más que herramienta para crear el sonido, el movimiento del arco dirige un ritual reflexivo, un torrente de ideas que ya vienen y ya van. Música de exploración, de búsqueda, de conocimiento, música para reencontrar. Aun cuando la vela se posa sobre su cabeza y la hace girar, las manos de la intérprete se mantienen inmutables para la interpretación, como si en esta travesía kinestésica el sonido fuese cordura y razón.
¿Qué hace un hombre para mantener el equilibrio, del cuerpo, de la mente, de su espíritu? Ya no hay velas; una serie de tubos metálicos brillan colgantes en una danza caóticamente sincronizada que el hombre debe imitar, controlar, seguir, moldear… Como si fueran pensamientos fantasmas en búsqueda de orden y sentido, los tubos deambulan dentro de una voraginosa espiral, suspendida, fragmentada, contradictoria, resonante… ¿Cómo encontrar el equilibrio, la armonía, el ritmo de una infinita parábola cambiante, amenazante y cautivadora, ascendente y en picada, tal la vida, todo en una misma vez?
Danza de las ideas, danza sonora, danza aérea. El hombre busca y halla en cada tubo un sonido distinto, como voces dialogantes en construcción de una difusa realidad. Percute, impulsa, silencia, esquiva… El remolino que lo acecha surge de él mismo y ningún otro propósito tiene más que volver. Acercar, alejar, chocar, reventar… hasta lograr un eco de ideas en armonía, calma donde el movimiento múltiple cesa y cede el espacio a una sola cosa que gira en torno a él.
La música resuena en el centro, sobre una tarima flotante que danza también dibujando un péndulo. Va y viene, va y viene, como el hombre que huye de sí mismo a veces refugiándose en su locura, a la sombra de su cordura, antes de tener el valor para confrontarse consigo, con la vista al frente y plantado sobre sus dos pies. Movimiento, luz, sonido… Finalmente sube al andamio y en el silencio toma control de sí. ¿Es el hombre quien cuida sus ideas o son ellas las que lo protegen y destruyen? ¿Qué es el hombre, qué es el movimiento, qué es la luz, qué es el sonido? ¿Quién es quién?
Noémi Boutin y Jörg Müller
Sarabande
11, 12 y 13 de octubre de 2019
Auditorio de Minas
Fotografía: cortesía FIC