La sorpresa de la semana pasada no fue el análisis que hicieron los medios de los dos años de mandato de López Obrador. Tampoco levantó cejas la conclusión generalizada: la gran transformación de México se quedó chiquita.
Lo que sorprendió fue el nivel de aprobación que mantiene el presidente, según varias encuestadoras, por encima del 61%. Cierto, considerando la atrocidad de gobierno que ha encabezado, varios esperábamos ver la aprobación por niveles subterráneos; sin embargo, tal vez debiésemos haber visto venir este escenario.
Tan obvio como que el cielo es azul, es decir que López Obrador ha estado en campaña electoral desde la década de los 90…aún hoy, dos años después de haber sido investido presidente de México, sigue en campaña. Las mañaneras, ésas con las que nadie fantasea, fueron instituidas bajo el pretexto de mantener al pueblo mexicano informado, aunque la realidad es que le garantizan, en promedio, 95 minutos al día (con el perturbante récord de 3 horas y 12 minutos, establecido el 11/11/20) de lunes a viernes (ahora también los sábados…) para promoción por todas las plataformas posibles: televisión, medios escritos, Facebook, Twitter e incluso YouTube (con botón de oro incluido), lo más atónito: de forma casi gratuita. La cereza de este pastel son los pseudoreporteros que le preguntan a modo, que le alaban, que le hacen la mañanera tan placentera.
Sin embargo, a gusto personal, el éxito de campaña más grande de López Obrador ha sido posicionarse como líder moral antes que político; la secta morenista le perdona sus incompetencias gubernamentales argumentando que él no roba, él no es corrupto, él no es de la “Mafia del Poder»…lo que se les olvida en medio de su ofuscamiento es que a López Obrador se le contrato como presidente de un Estado laico, no como presidente de una asociación religiosa; y en castellano “inepto» dícese del “no apto ni a propósito para algo” o del “necio o incapaz.”
Si algo se puede afirmar sobre AMLO es que aprende como llegar y convencer a personas en todos los espectros sociales, aquí, dependiendo del cristal con que se mire, puede aseverarse una de dos cosas: Andrés Manuel, es un genio de la mercadotecnia electoral por haber perdurado vigente durante décadas o un mentecato (dícese del “tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón” o del “de escaso juicio o entendimiento”) a quién le tomó 14 años titularse en Ciencias Políticas y 18 de campaña para ser presidente. Sea cual sea el caso, una vez aprendida la lección, no se le olvida y pone empeño en aplicar lo estudiado, así, dar atole con el dedo, tener “otros datos», sacarles la vuelta a las preguntas, usar su “derecho de réplica”, su “libertad de expresión” y escudarse en el pasado, se han convertido en el modus operandi de un político que dice no ser político…hipocresía, dícese del “fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”.
López Obrador, otrora crítico del gobierno en turno, no dudaba en clamar y señalar los errores, abusos, injusticias, incompetencias, corrupciones y demás achaques del gobierno y la política mexicanos con la arrogancia suficiente para afirmar que él tenía la fórmula para erradicar de raíz los padecimientos de la vida pública del país, tristemente, otrora refiérase “en otro tiempo, en un tiempo pasado” y pusilánime es “dicho de una persona: falta de ánimo y valor para tomar decisiones o afrontar situaciones comprometidas”.
*Definiciones consultadas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.