Me he guardado tu fotografía en la caja de tesoros.
Para acaríciala en caso de oír sonar las bisagras de nuestra puerta sin previo aviso.
Tal vez mañana vaya a mi cama solo para descubrir el hueco que ahora deja nuestra ausencia.
Para eso he guardado tu fotografía, para no olvidarme, para no perderte.
Hemos amado pocos días antes.
No guardamos las migajas que sobraron del otro
no sabíamos que sería el último bocado.
De ser así, quizá habríamos conservado hasta el plato.
Quizá mañana amanezca más soleado.
Los pájaros sin notar el luto cantarán como lo hacían
la rutina consumirá el dolor hasta que sea casi intangible
casi hasta olvidar que teníamos costillas.
Justo ahora, después de cabellos en el cepillo
de las intimidades que ya no son mías ni tuyas sino nuestras
surgen dos incógnitas:
¿Qué hacemos con los ahorros que no compartimos?
¿Qué hacemos con la mitad del otro que nos habita?