LA CELESTINA Ringo Yáñez

LA CELESTINA

 

I
Pármeno, hijo mío, disfruta
de las horas cuanto puedas
y no desdeñes el día,
que la noche cae muy pronto
y de tinieblas viste al cuerpo.

 

II
Hubo tiempo que muy moza fui
y en belleza tu semejante, pero,
¿qué fue de las gracias tan dulces?
¿qué del brillo ése que tan presto
galopó al recuerdo?

 

III
Escúchame, oh, Pármeno,
pues nadie ha logrado escapar
de la hora mala en que el tiempo
nos hace polvo, y aún peor,
que viejos nos vuelve.

 

IV
Si tan sólo hubiera gozado
el momento que mi cuerpo
sujeto fue por alguien más
no me dolerían las penas;
mucho vanidosa fui y ninguna
importancia le otorgué.

 

V

Ay, de mí, desdichada,
que nadie volverá a deslizar
sus manos bajo mi sayo,
nadie a pintar
estas mejillas con rubor.

 

VI
El deseo se volvió memoria
y mi cuerpo, la propia tumba
de su mocedad.

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