Las mujeres de ciudad balazo por Gabriela Cano

FOTOGRAFÍAS DE KARLA AGUILERA

 

Para nadie es un secreto que Irapuato es una de las ciudades más violentas del estado de Guanajuato. Ha habido desapariciones, coches bomba y al dormir o a plena tarde hay un movimiento constante que nos hacen saber cuando hay cohetes y cuando se trata de balas. Las distinguimos y sabemos cuando se son casos aislados o de armas de alto calibre. Vivimos entre los sonidos de ambulancias y las patrullas.

El domingo 8 de marzo a pesar de tales circunstancias, quizá por ellas, un gran número de personas se unió a la convocatoria realizada por Irapuato feminista en un evento que si es histórico: la primera marcha del 8M en la ciudad. Este colectivo que tiene más de un año de existencia logro paralizar las calles y fijar atención en la violencia, el feminicidio y la desaparición de mujeres que se ejerce en nuestro país y estado. Es un movimiento horizontal, sin representantes públicos, que desde hace más de un año muestra y lidera distintas acciones: marchas, divulgación y ayer un paro activo que incluyo actividades de defensa personal, poesía, salud reproductiva, atención en casos de violencia doméstica y cortes de cabello, además de actividades, como matrimonio conmigo misma, porque sí la celebración también es una forma de involucrarnos con lo que ocurre a nuestro alrededor.  

 

¿Por qué es una conmoción? Porque se trata de un ejercicio de descentralización de los movimientos feministas. Es decir: fuera de las grandes ciudades se resiste. Porque es necesario y porque nos enseña formas y cuidado que no sólo ya existían, sino que se vuelven visibles. Nos enseña a buscarnos entre nosotras y nosotros y saber en que consiste ayudarnos y procurarnos. Me gustó mucho que gran parte de la marcha incluía madres de familia, servidoras públicas, trabajadoras de todo tipo porque no es una novedad que todas ellas se apoyen: lo han hecho durante años y aún si llamarse a sí mismas feministas.

Sin embargo, están ahí, acuerpando, haciendo pañuelos y llevándolos para las que no tienen. Trayendo agua, fruta, escuchando, atendiendo, saliendo a sus ventanas o de sus trabajos para aplaudir a las que están afuera ejerciendo su derecho a la protesta. Lo más interesante es ese cambio: el mismo grupo, todas y todos los presentes, fue dictando el tono de la marcha, apoyo la manifestación y la intervención pública de las letras con el nombre del pueblo que se cubrieron con los carteles y los nombres de las que ya no están y de las que estamos buscando. Todo esto mostrando que en grupo si hay orden: uno propio y armónico.

Y señalando algo que parece obvio pero que no lo es y que señalaron las zapatistas en su comunicado por el 9M: “a veces a la desesperación y la rabia no sigue la desesperación o la resignación. Puede que siga la organización”[1].

 

 


[1] No necesitamos permiso para luchar por la vida. El enlace completo: https://enlacezapatista.ezln.org.mx/

 

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