Me pregunto si escribiste Ya no vivo por vivir
un día pleno y brillante.
De esos en los que uno desayuna y se puede morir
porque lo ha tenido todo.
O si fue un día melancólico en que extrañabas.
Quiero decirte que es una de mis canciones favoritas.
¿Sabías que el más grande y dulce amor brotaba de los labios
con el primer mango del verano?
¿Qué hacía llorar ante la misión casi imposible de alegrarse?
¿Qué se parece más a la risa que a los chistes?
No me respondas. No es necesario.
Cuando era niña también hablaba con Dios
y tampoco solía decir nada. Entendí que el silencio
podía ser una respuesta.
Debes saber que te escuché en casa de mis abuelos
muy de mañana porque dejaban encendida la radio toda la noche
y que siempre desee una torera con pedrería
porque la primera vez que me ilusioné con Bellas Artes fue por verte ahí.
¿Sabías que el más grande y dulce amor
es el destino de haber sido arrojado a este mundo?
¿Qué se parece más al vacío entre montaña y montaña
que contempló algún poeta chino?
¿Qué no necesita imaginación para condolerse?
¿Qué existe como una melodía que se reproduce 139 veces
como un poema más o menos interminable?