Si pudiera gritar… por Joan Carel

Gabriel Morales (cortesía FIC)

“¿Estás ahí?”. Esta es la historia de dos amantes perdidos entre susurros, buscándose, encontrándose. El espacio, aunque eso se descubra hasta el final, es una distopía en donde solo se puede hablar si se hace bajo, si las conversaciones abordan algún aspecto de la trivialidad. En las butacas, la audiencia es observador omnisciente dotado con un equipo de radiocomunicación con el cual hasta el más débil suspiro resuena con fuerza y es imperativo inferir el sentido que conforman en conjunto los mensajes banales.

El eco de la lluvia es compañero de las actividades cotidianas que transcurren entre una mesa, dos sillas y una pequeña estructura cúbica que simula una habitación:  cocinar, comer, descansar, hacer el amor, dejar pasar el tiempo, rememorar, dudar, sufrir… Los diálogos entre la pareja, la mayor parte del tiempo, resultan absurdos y algunas veces se convierten en soliloquios donde el otro, paciente, observa atento al fondo intentando comprender apenas con un indicio lo que resulta incomprensible.

—Siempre exageras.

—Hago lo que puedo. 

—Esas cosas me fatigan cada vez más. 

—Sí, es desgastante. 

***

—¿Qué hiciste hoy?, cuéntame. 

—… (suspiro, enojo, silencio)

***

—¿Cómo se hace la sopa? Recuérdame la primera parte. 

—Como siempre la hacemos: con una olla y con agua. 

—Voy a ponerle papas, ¿quieres? Tienes hambre, lo dijiste. 

—Lo que haces es cruel, es intencional. Nunca hemos comido papas en esta casa, siempre hacemos lo mismo. Es una burla, juegas conmigo. Claro que lo sabes, no puedes ponerle papas a la sopa; aquí no hay papas, nunca ha habido y nunca habrá.

Los besos, aun cuando se intentan buscando la posición idónea, nunca se logran, no tienen lugar. El sexo sí, casual, espontáneo, quizá por ser una necesidad humana inherente a la naturaleza bestial; sin mucho ajetreo ni sentimentalismos, pero sí con comentarios inusuales, extraños.

—¿Te pareció emocionante que hablara del gato?

—No es necesario mencionar todo, no lo digas.

Afuera sigue lloviendo, de principio a fin.

—La lluvia es buena; ven, mira, lluvia.

—Sí, la lluvia puede arrasar al mundo.

El día sigue sin mucho qué hacer. El tiempo transcurre y entonces él susurra: 

—Hablemos, cuéntame: ¿hay algo que nunca me hayas dicho, algo que quieras decirme, cualquier cosa que tenga valor?

—¿Cualquier cosa… como un secreto?

—Algo que ya no importe, que hayas olvidado o que te parezca importante. 

—Hay varias cosas… nada importante… o tal vez sí… 

En ese momento, ella recuerda una anécdota de cuando era más joven, soltera y absolutamente atractiva; evoca a un personaje, un hombre guapísimo, un pretendiente que al final se convirtió en nada por su extrema timidez y su consecuente incapacidad para comunicar sus afectos, rasgo inexcusable para ella, profesional del lenguaje, elemento que hace a los seres plenos y multidimensionales.

—¿Por qué me cuentas esas cosas? Mejor no digas más.

—Es que es como en tu trabajo, con los electrones…

—¡Sí, el observador cuántico!

—… no me gusta cuando explicas de manera tan precisa… Bueno… el punto es que el solo hecho de observar altera la realidad. 

Su trabajo…, la observación y el código entrenado para un infranqueable silencio. 

—Si no lo puedo saber no indago; me llevaría a un lugar de especulación innecesario. No debo, no puedo, pero quiero decirte. 

—Entonces dime, te escucho.

—A veces, el detalle que se te escapa te salva… Allá pasan cosas horribles… Es mi trabajo: observo, registro, olvido… Aunque dijera la verdad no entenderías, basta con que cambie un mínimo dato para que todo sea falso… Observo, registro, olvido… La suposición es peligrosa, no vale nada. De verdad quiero decirte…

—Dime…

¿El susurro, el suspiro, el silencio?, ¿acaso no son, sin importar edad o tiempo, piezas clave en el éxito o fracaso de una relación de pareja? El susurro muchas veces es señal de complicidad, de confidencia; el suspiro, por su parte, es símbolo polivalente e íntimo, reflejo de las pasiones, de la alegría, del éxtasis, de la ansiedad, del enojo, de la tristeza, del miedo; y el silencio, monstruo invencible que sin decir nada lo dice todo, destruye, culmina, mata.

—Mientras todo se diga superpasito, las palabras no importan. 

—Si pudiera gritar… Estoy cansada, esto es como estar con nadie, ni siquiera con uno mismo.

—“Amo”, “lloro”, “temo”…

—No me importa, no resisto más, esto es la soledad absoluta. 

—¿Por qué decidiste estar aquí conmigo?

—Tenía esperanza.

—¿En ningún momento has sido feliz?

—No puedo acatar ya… (silencio)

En un instante de extraña anagnórisis para los personajes, también se vuelve evidente para el público que lo absurdo tiene sentido dentro de una misteriosa realidad. “¡Si pudiera gritar!”, exclama en alto ella y enseguida se encienden con estruendo alarmas con sus luces rojas. Ambos se untan desesperada y mutuamente aceite en el cuerpo para disfrazar su aroma, escapan por la ventana y corren luego sin pausa hombro a hombro hasta llegar lejos.

—Aquí no pueden escucharnos. ¿No hay nada que quieras gritarme?

De nuevo las sirenas. 

— …¿Qué no podías dejar, qué era tan importante para ti como para dañar esta última oportunidad entre nosotros? 

Él descubre de entre su saco un osito infantil.

—¡Debí haberlo sabido! Eso es tu vida…

—No es cierto, ¡tú eres mi vida!

— No tiene caso… Es tarde… Dispararán en cualquier momento, antes de que yo grite lo que detesto de ti, lo que me duele, lo que prometimos siempre decir y ya no vale, los códigos secretos, la verdad misma, lo que callo a voluntad…

— ¡Te amo!

— Es tarde.

De nuevo luces rojas y luego nada: ni susurros ni suspiros, solo un perpetuo silencio y el irremediable fin.

SuperPasito, de Julio Escallón, quien dirige y actúa en escena junto a Luna Baxter, es una obra producida por la compañía colombiana Espacio Escénica. El término que lleva por título es empleado comúnmente en aquel país para referirse a un sonido levísimo. ¿Qué tan fuerte puede ser un susurro y qué tan decisiva una palabra? En la penumbra, en solitario, en la distancia no precisamente física, en la espera que se hace eterna, como ahora, es letal.

 

Espacio Escénica
SuperPasito. Obra en susurros
23 y 24 de octubre de 2021
Teatro Principal

Fotografía: Gabriel Morales (cortesía FIC)

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