Un niño de papel y risas infinitas por Joan Carel

Cortesía FIC

¿Por qué ríen tanto las personas pequeñitas, esas de poquitos años y de bajita estatura? ¿Cómo se hace para reír como ellas, a veces sin motivo, a veces por todo; cuál es el secreto para hacerlo siempre así: tan verdaderamente? ¿Es que acaso no hay secreto y esa es la razón por la que ocurre de esa manera? No se ven sus rostros pues la sala está oscura, pero su presencia se siente, su movimiento inquieto entre las butacas, su respiración asombrada incluso por lo más simple y su risa fresca, imparable y auténtica.

Un micrófono pende al centro del escenario. Un hombre maduro lo descubre e intenta alcanzarlo, pero escapa, se acerca, juega, hasta que cae a la tentación de un recipiente con croquetas. Los niños ríen, se desternillan ante ese brevísimo absurdo; ¿cómo no reír con ellos al escuchar su risa? Luego el micrófono oscila y dos mujeres jóvenes intentan alcanzarlo con su voz, con sonidos oclusivos, fricativos sordos y vocálicos agudos. Risas, risas y más risas.

Un idioma peculiar es el de los personajes en escena. Palabras monosilábicas pronuncian y una serie de diptongos. Los niños parecen entender, aunque, si no fuera así, el significado concreto es irrelevante; ellos lo adoptan sin recelo ni objeciones, lo resignifican desde la simpleza de su alegría, repiten y crean a partir de los fonemas aprendidos.

“Un libro amarillo”, piden las mujeres al micrófono y entonces, bajo una luz de ese color, buscan y apilan sus libros en ambos extremos de una mesa para comenzar la travesía de Pop Up, un fósil de dibujo animado. Del papel emerge en formato tridimensional un ser aun más pequeñito que los observadores, cuyo lenguaje está basado en interjecciones vocálicas y onomatopéyicas. Lo acompaña una esfera con quien dialoga, además de las dos actrices que manipulan las hojas en sincronía con las imágenes, las figuras geométricas y el movimiento de sus cuerpos. Del amarillo surgen las estrellas sobre un fondo negro y, en cuestión de segundos, impera una atmósfera espacial, fantástica.

“Un libro azul”, solicitan con persuasivo tacto y segundos después con furia intempestiva al no recibir respuesta. Sus voces están intervenidas por el agua que alojan en sus bocas y de los nuevos libros nace el mar con sus crecientes olas, primero divertidísimas bajo el sol y las aves, luego alocadas y riesgosas. ¡Un tiburón aparece de repente! y reina el suspenso… pero era solo el amiguito de papel encubierto en una figura triangular quien ríe y salta travieso. Todo vuelve a la calma.

“Un libro rojo”, exigen y en las páginas aparece la cornamenta de un toro que el individuito esquiva con destreza hasta que el animal se vuelve enorme y la mejor alternativa es cerrar de tajo. La expedición continúa en un bosque, pero ¡ahí acecha un lobo! y el miedo lo sienten todos. Sin embargo, hay otras hojas más seguras, tanto que el libro se convierte en un papalote y así el objeto y la imaginación continúan volando.

“Un libro gris”, es la petición última y su formato es diferente. No hay pestañas desplegables, sino un círculo suajado que, hoja con hoja, toma la forma del mismo niño. Un simbólico descubrimiento ocurre al hallarse ante su doble inmaterial triste; pero pronto llega una nueva aventura fuera del libro. Una de las mujeres se queda sola con el libro vacío, ella ahora desanimada, hasta que una lluvia de papelitos blancos trae de vuelta la emoción y al amigo extraviado.

Un niño de papel vuela por el espacio con una lámpara como soporte; las estrellas brillan de nuevo sobre el fondo negro y su esfera compañera titila junto a él persiguiéndose, encontrándose, jugando. Solo por ese momento los niños no ríen, pero su atención es plena, sus ojos destellan asombrados.

Desde el 2010, el Teatro delle Briciole se ha dado a la tarea de investigar diversas técnicas y herramientas para la creación de espectáculos infantiles. Esta obra en particular es una propuesta de la compañía Sacchi di Sabbia, en donde se rescata el libro desplegable (pop up) cuyas primeras piezas fueron creadas por monjes en el siglo XIII y con el paso de los años se ha posicionado como un elemento de alta complejidad imprescindible para el entretenimiento y la educación de los niños. Además del empleo de los libros, en este espectáculo, tal cual las risas de su público pequeño, impera la sencillez y la maestría al lograr ensamblar de manera precisa y simbólica recursos simples y básicos del quehacer escénico, como el movimiento, la voz, el sonido, la luz, el color y las formas con las emociones humanas tan sinceras y espontáneas durante los primeros años.

 

Teatro delle Briciole
Pop Up, un fósil de dibujo animado
13, 14 y 15 de octubre de 2022
Teatro Cervantes

Fotografía: cortesía FIC

 

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