Danza hacia la reconciliación por Rebeca Lsp

ClaudiaRuiz/ArchivofotoFIC2019

La luna coronaba la postal que ofrece la vista del Auditorio del Estado, la fila de espera se prolongaba a cada instante y el viento cervantino lo envolvía todo. ¿El evento? El Royal Winnipeg Ballet representando a Canadá, país invitado, con la puesta en escena para festejar su aniversario 80: Going Home Star, cuya misión es rescatar la memoria de los cientos de niños y niñas de pueblos originarios que fueron arrebatados de su seno a lo largo de cien años para ser adoctrinados bajo la cultura occidental en escuelas residenciales. La temática no es única en su especie pues, en la inauguración del festival, Canadá ya había presentado un espectáculo que ensamblaba música moderna con fusiones musicales precolombinas.

El Auditorio está lleno, las luces se apagan y, tras un breve introducción verbalizada por un compatriota mexicano que forma parte del RWB, aparece en el centro del escenario un grupo de indígenas de las llamadas “Primeras naciones”, que están ahí para ejecutar un emotivo ritual como antesala al espectáculo. Las plumas largas son la principal característica de su atuendo, pero rápidamente el público encuentra en sus cantos un rasgo aún más fuerte de su identidad, sin dudas nos erizan la piel.

La obra, que tardó diez años exactamente en terminar de montarse, empieza haciendo gala de una escenografía de grandes estructuras. Sus bailarines, quienes no visten los atuendos convencionales, comienzan desplegando una coreografía que se acerca un tanto más a la danza contemporánea que al ballet clásico. Conforme avanza la puesta, la coreografía mantiene esa tendencia a la hibridación, con momentos dancísticos totalmente canónicos acompañados de Tchaikovsky y otros de movimientos más libres, con música mucho más moderna de fondo y un vestuario que lleva al espectador a recordar una famosísima película: Vaselina.

Es un ensamble sumamente simbólico y, aunque a veces resulta lenta o con movimientos muy repetitivos, hay momentos donde es sublime y con gracilidad onírica. La historia de amor que se desarrolla reposa sobre la química de los bailarines protagonistas y se enriquece con la amplia paleta de colores del vestuario sobre el que, además, amerita decirse que no tenía una sola repetición, cada una de las bailarinas compartía la gama de colores y las mismas telas, pero portaba piezas únicas que, en conjunto, armonizaban a la perfección.

Así transcurre a lo largo de cien minutos la producción dirigida por André Lewis, dejando al espectador cavilando respecto a la evolución de los panoramas dancísticos y el poder de las raíces de identidad.

Royal Winnipeg Ballet
Going Home Star ​
11 y 12 de octubre de 2019
Auditorio del Estado

Fotografía: cortesía FIC

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