A.A: ¿A qué edad descubriste la literatura? ¿Cómo fue?
A.G: La verdad es que es mi padre sembró en mí el interés por los libros. Recuerdo que me regaló El principito cuando yo tenía tres años y empezaba a aprender en leer en mi casa, gracias a mi hermana mayor. Perdí ese libro antes de poder leerlo; pero en casa teníamos algunos libros de literatura ilustrados para jóvenes y con ellos fueron mis primeros acercamientos una vez que ya sabía leer. Recuerdo haber leído en Gato negro de Edgar Allan Poe cuando estaba en el kinder y que eso me causó una terrible impresión. Recuerdo también que disfrutaba los cuentos de los libros de texto de la primaria. A los ocho años leí El principito de corrido, apenas lo saqué del supermercado, y fue entonces cuando los libros se volvieron mis mejores compañías. A esa edad solía ir al supermercado sólo a leer furtivamente revistas de divulgación científica y curiosidades, porque no podía pagarlas. Pero fue ya en la secundaria cuando el ánimo lector se definió más, pues ahorraba dinero de lo que me daban para gastar en la escuela para comprar libros en una tienda de libros usados. Como pasaba mucho tiempo solo, encerrado en casa, devoraba libros por las tardes después de la escuela. Libros como La Odisea, Frankenstein, El retrato de Dorian Gray o La divina comedia. En cuanto a yo escribir, pues recuerdo que hice mi primer poema en la primaria. El profesor de sexto grado pidió que alguno del grupo hiciera un poema para el día del maestro y no sé por qué me propuse. Supongo que quería probar mi talento para escribir. Lo redacté en la máquina de escribir de la casa y se lo mostré a mi padre para que me diera su opinión, pues mi padre había escrito cuento cuando más joven y había publicado algo. Sólo omitió la línea inicial, que recuerdo que decía “era una fría mañana de invierno cuando…” porque me explicó que una línea que no abonaba nada al resto del texto. Ahora entiendo que más que poesía era oratoria y que ya entonces mi imaginación tendía hacia lo frío.
A.A: ¿Qué edad tenías cuando comenzaste a escribir? ¿Cómo fue que comenzaste?
A.G: En la pubertad vivía muy ensimismado. Tenía pocos amigos y, como ya lo dije, estaba mucho tiempo solo. Leer era una de las cosas que más me daban placer (aparte de oír música y la masturbación) y creo que la misma inercia de la lectura me llevó a escribir. Recuerdo que, no sé por qué, redacté la aventura sexual que tuve con un compañero de clases en mi cuaderno, con lujo de detalles. Mi padre llegó a ver esa redacción, y, aunque se me armó un escándalo, me dijo que tenía cierto talento para escribir, lo que pudo haber estimulado el que yo volviera a escribir otras cosas. Cuando dejaban hacer ensayos en la escuela, siempre era el mejor de mi clase. Pero una vez que la pubertad se me volvió difícil e iba cayendo de gracia conforme se me trastornó la vida, empecé a redactar versos, en los márgenes de mis cuadernos de la escuela, pequeños poemas que luego pasaba a la máquina de escribir y mostraba a mis compañeros y luego a mis profesores. Resultó que hacían emoción en mis compañeros y que los profesores me hicieran notar que tenían gracia. Para entonces mi poesía era expresión pura, de mis estados de ánimo, y como no tenía mayores referentes literarios que las letras de la música popular y algunos cuantos poemas de los libros de texto, empecé a leer poesía.
A.A: ¿A qué edad te diste cuenta (o sentiste) que las letras son lo tuyo?, ¿cómo fue que te diste cuenta?
A.G: Entre los quince y diecisiete años trabajé en mis primeros poemas. Recuerdo que cuando murió Priscila, una compañera del primer semestre de la preparatoria, le escribí un poema que titulé “Contar estrellas” y que ahora ya no existe. La mayoría de mis primeros poemas fueron inspirados en mis primeros enamoramientos, en mi vida emocional, tan arrebatada en esos momentos, en la lírica del rock oscuro que escuchaba entonces. Como supe que tenía cierto talento para escribir, decidí cultivarlo. Yo me vislumbraba a futuro como autor de libros, pero no me decidí a vivir como poeta sino hasta los 18 años, cuando cumplí la mayoría de edad y entonces me casé con la poesía. Me di cuenta porque cada vez más incidía en ella, cada vez escribía más poesía, la leía, la estudiaba. Yo antes quise ser arqueólogo o psicólogo, y publicar libros de poesía a la par. Pero ya a lo los veintiún años mi vida giraba tanto en torno a la poesía que perdí el temor de dedicarme de ello, profesionalmente a ella, y estar la carrera de Letras, temor que tenía por aquellos que decían que habiendo estudiado Letras se viven muchas dificultades económicas.
A.A: ¿Qué edad tenías cuando un trabajo literario tuyo fue publicado por primera vez? ¿En dónde fue publicado?
A.G: Fue publicado en la revista literaria de mi preparatoria, la cual se llamaba Xpresión y editaba la profesora de Literatura y Español, Kyliel Castillas. Se trata de “Ambos”, un poema que escribí a mi novio de entonces y que aparece después en Abyección (2003). Yo se lo regalé como muestra de afecto, y él en correspondencia lo hizo publicar. No me pidió autorización pues quería sorprenderme. Cuando vi publicado por primera vez un poema mío, sentí una satisfacción tal que quise quería seguir publicando. Yo tenía 16 años.
A.A: ¿Qué edad tenías cuando comenzaste a escribir tu primer libro? ¿Qué edad tenías cuando fue publicado? ¿Cuál es ese primer libro?
A.G: Luego de que publicara mis primeros poemas en medios estudiantiles, me di a la tarea de compilar mis mejores poemas escritores y ordenarlos en forma de libro. Yo pasaba por un mal trance en mi vida emocional, me sentía vacío y triste. Tenía una gran hambre de ser volteado a ver y apreciado, pues me sentía también devaluado. Esto porque empecé a desarrollar un trastorno de la afectividad que me dificultada las relaciones interpersonales y sociales. Yo soñaba con publicar libros de mi poesía, e imaginaba que eso sucedería en mi adultez. Pero un día me pregunté por qué no editaba yo mismo mi libro ya en la imprenta del papá de un amigo, a donde mi familia mandaba a hacer las tarjetas de presentación y facturas del negocio familiar. Fue así como nace Abyección (2003), con mis primeros poemas y canciones. Yo mismo ayudé a mi amigo a hacer el libro en el taller, para que el precio se abaratara. Como yo trabajaba en el negocio familiar, pude ahorrar para la impresión de tal libro, un libro rústico que sin embargo me dio un gran orgullo personal y definió el inicio de una carrera literaria. Yo tenía 17 años.
A.A: ¿Por qué la poesía? ¿Qué te gusta de ella? ¿Qué encuentras en ella?
A.G: No es que yo eligiera precisamente ser poeta. Creo que en mi caso fue algo dado por la vida, por la naturaleza, por la divinidad o como quieras imaginarlo. Así como algunos tienen inclinación y vocación para la mística, el deporte, las ciencias o la milicia, yo la tuve por la poesía. Sin embargo, he amado hasta el momento mi vocación. Ella me ha permitido construir una identidad fuera del dolor que supone vivir con una condición psiquiátrica con la que se deberá lidiar toda la vida, como en mi caso; me ha permitido adaptarme a mi medio e incidir en esferas de la cultura donde he encontrado ocupación y puedo ser útil, entre otras cosas, no menos importantes, como la de vivir todo el tiempo soñando despierto para crear, que es lo que más disfruto. En la poesía he encontrado una significación trascendental para mi vida como no me la pudo dar la sociedad misma, la educación oficial, la religión o el pensamiento. A través de la poesía me he podido construir como ser humano de acuerdo a mi anhelo.
A.A: ¿Qué tópicos trata tu poesía?
A.G: Mi poesía está muy relacionada con la exploración de la emoción como vehículo de conocimiento y como relación con el mundo. Originalmente mis poemas trataban los temas de mi vida interior adolescente y juvenil: dolor, desesperación, soledad, abandono, locura. Sin embargo, he ampliado mis temas hasta hacer empatar mi poesía con una investigación de las posibilidades de la expresión o asumirla como una festividad de la vida en el amor y la comunión erótica. Mi poesía trata prioritariamente de las cosas que nos más nos identifican como humanos en nuestra diversidad: los sentimientos, la sexualidad, la necesidad de amar, las preguntas existenciales capitales. Pero la obsesión por la muerte y el dolor han marcado de un modo notorio mi poesía y son los temas a los que vuelvo una y otra vez a pesar de los años.
A.A: ¿Cuál es el mensaje o el trasfondo de tu poesía?
A.G: No hay un mensaje en mi poesía. Ésta puede asumirse de muchas maneras posibles según las subjetividades y las posibilidades de interoperación del lector. El trasfondo soy yo: un muchacho que va explorando el mundo humano y el cosmos, dándose de topes constantemente. Una buena parte de mi poesía está basada en mi propia experiencia; otra está construida gracias al sueño; otra tiene que ver con apropiaciones librescas. Pero si tuviera que tener un mensaje mi poesía esté tendría que ser que la palabra es un instrumento de poder mágico, lo que siempre se nos olvida.
A.A: ¿Cómo es la vida del poeta?
A.G: La vida de cada poeta es particular. Cada uno se enfrenta a sus temas, a sus retos con métodos y técnicas propios. Mi vida, sin embargo, está el algún grado determinada por la palabra. Por la historia de las ideas, por la literatura y el pensamiento mágico y religioso, pues son las fuentes de donde obtengo materiales para crear y lo que me dedico a estudiar. Un poeta, sin embargo, tiene que enfrentarse indefectiblemente a su propia palabra y moldearla para hacerla coincidir con un pensamiento muy particular y de interés estético, con una imagen bella o un atisbo de lo que había permanecido desconocido aún en el mundo. La vida del poeta está, creo, de cualquier modo, llena de adversidades en lo general, pues no es fácil esta lucha con la poesía, y aunque sea un don generoso, se lleva en muchos casos como estigma. Lo que quiero decir es que cuando la palabra te ha escogido para que seas tú quien la use con fines poéticos, entonces se te vuelve la mayor preocupación de la vida. La poesía espera que la trates con cuidado y que le seas fiel.
A.A: ¿Cuál es la tarea del poeta?
A.G: En general el poeta no tiene otra tarea que la de alcanzar mayor grado artístico con la palabra. Y, como la palabra es vehículo del pensamiento, y la que da organicidad a la sociedad al permitir la comunicación, esto es una responsabilidad muy grande. La poesía no tiene ningún compromiso más que consigo misma, y constantemente se alza por sobre la moralidad, o incluso sobre las mismas reglas del lenguaje convencional, pero mientras su palabra resplandezca como portadora de una verdad (y una verdad puede ser siempre en este caso una mentira muy ilustrativa), entonces el poeta cumplido bien su tarea y puede estar a gusto.
A.A: ¿Sientes que tu poesía está dirigida a algún público en específico?
A.G: Mi poesía no está dirigida hacia un público en particular. Constantemente quiero alcanzar un público común, un gran público. Por eso he tratado de que mi poesía no pierda su raigambre en el lenguaje común, sin descuidar, claro está, el interés en el trabajo formal y artístico. También he querido escribir poesía para poetas, como en el caso de Los hermosos ausentes (2016) y oros proyectos que tengo aún en el escritorio. Algunos cuantos libros han sido pensados para un público también más específico, como Los muchachos (2007) que escribí pensando en adolescentes, o Tenemos el canto (inédito) que escribí para los niños.
A.A: ¿Cuántos libros has escrito?
A.G: He perdido la cuenta de los libros que he escrito, pero ya llegan casi a alcanzar la veintena. La mayoría de ellos son libros cortos. Desde 2003 a la fecha he escrito de uno a tres libros de poesía o prosa poética por año. Bastantes de esos se han publicado en ediciones electrónicas o en papel. En Wikipedia se puede encontrar una cronología actualizada de mis libros publicados, con algunos datos generales acerca de ellos.
A.A: ¿A cuántos idiomas se ha traducido tu poesía? ¿Cuáles?
A.G: Hasta el momento no se ha traducido alguna obra completa mía a otro idioma. Sin embargo, han aparecido algunas cuantas traducciones de poemas sueltos míos en revistas extranjeras: al inglés, italiano, turco, neerlandés y francés.
A.A: ¿Has recibido premios y/o reconocimientos gracias a tu trabajo como escritor? ¿Cuáles?
A.G: Algunos de mis trabajos han recibido premios literarios a nivel local, universitario, estatal o regional. También he obtenido algunas menciones honoríficas en concursos nacionales e internacionales:
- La promesa de un poeta (2005; Premio Adalberto Navarro Sánchez 2005)
- Páginas que caen (Premio Municipal de Literatura de Guanajuato 2008)
- Galería del sueño (Premio Espiral de Poesía 2011, de la Universidad de Guanajuato)
- En la luz constante del deseo (Premio Espiral de Poesía 2012, de la Universidad de Guanajuato)
- Penetrado por el amor (Mención Honorífica en el V concurso editorial “El mundo lleva alas”, 2012)
- El niño que vendió su alma al Diablo (2016) (Mención Honorífica en el VI concurso editorial “El mundo lleva alas”, 2013)
- Despiértame en otro mundo (Mención Honorífica en el I Concurso de Cuento y Poesía de la Universidad Marista de Querétaro, 2013)
- La risa de los imbéciles (Ganadora del I Concurso Internacional de Poesía de
Emergente Nauyaca, 2013)
- Resplandor del oro amanerado (Tercer premio en el VI Concurso Nacional de Poesía María Luisa Moreno, 2014)
Del mismo modo, he obtenido algunas becas para escritor y otros premios aún menores en certámenes de revistas. No suelo participar mucho en certámenes de escritores porque generalmente solicitan envíos por mensajería con tres o cuatro manuscritos impresos; y como soy un escritor bastante pobre, y suelo vivir al día, generalmente no tengo el recurso para ello. Pero cuando se permiten envíos por correo electrónico, sí puedo participar y, así, esto es lo que he podido cosechar.
A.A: ¿Qué autores te han servido como guía o inspiración?
A.G: En Los hermosos ausentes los homenajeo y converso con ellos: Rosario Castellanos, Charles Baudelaire, Xavier Villaurrutia, Olga Orozco, Isidore Ducasse, Alejandra Pizarnik, Dulce María Loynaz, Edgar Allan Poe, Rosalía de Castro y Arthur Rimbaud. Ellos forjaron mi sensibilidad poética y de ellos aprendí los recursos poéticos iniciales con los que empecé a escribir poesía. Del mismo modo que se volvieron maestros acerca de cómo relacionarme con el lenguaje y el mundo.
A.A: ¿Cuáles son tus poetas favoritos?
A.G: Además de los poetas anteriores me gustan también Sylvia Plath, Georges Bataille y Georg Trakl. Entre los poetas vivos, admiro únicamente a Coral Bracho.
A.A: ¿Qué te sirve de inspiración? ¿Dónde encuentras la inspiración para escribir?
A.G: Encuentro la principal fuente inspiración en mi propio mundo interior, en el cual además del eco de mi propia experiencia encuentro un mundo de rasgos fantásticos deseoso de ser escrito. Sin embargo, la literatura y la filosofía también me proporcionan valiosa inspiración. Cuando escribo, me gusta ambientar el espacio con música que me produzca una emoción propicia a lo que busco representar.
A.A: ¿Qué aspiraciones tienes como escritor?
A.G: Sinceramente me gustaría ser muy famoso como escritor. Viajar por el mundo llevando mis libros. Pero esta aspiración para un poeta en estos tiempos parece muy difícil de alcanzar. La ambición que más parece más plausible, y con la que me conformo, es que mi poesía pase a formar parte de la historia de nuestro siglo al menos en el contexto mexicano.
A.A: ¿Tienes algún proyecto a corto, mediano o largo plazo?
A.G: Justo en estos momentos estoy titulándome como licenciado en Letras Españolas. Dedicarme paralelamente a la escritura y a construir una carrera literaria a la para que estudiar formalmente en una institución me ha hecho obtener mi primera licenciatura hasta esta edad (tengo 31 años); pero no podía haber sido de otra forma. Planeo seguir estudiando una maestría relacionada con el arte y la literatura este mismo año. Después, espero obtener un empleo estable haciendo algo feliz en el mismo mundo de las letras. Desde luego no pienso dejar de escribir y publicar mis creaciones. También me interesa profesionalizar más mi faceta como periodista y lograr más alcance con ella.
A.A: ¿Es la poesía tu única ocupación, o a qué más se dedica Aleqs Garrigóz?
A.A: Paralelamente me dedico al periodismo cultural. Actualmente escribo rutinariamente artículos, reseñas y críticas de libros para el periódico AM Express de Guanajuato; hago crítica de música para Apócrifa y traducciones de poesía para Golfa. Eventualmente me dedico a la docencia. El resto del tiempo lo dedico a la lectura feliz y sin presiones.
A.A: ¿En qué medios digitales podemos encontrar tu trabajo como escritor?
A.G: Actualmente colaboro en esos medios ya señalados; pero mi trabajo se encuentra publicado en una gran cantidad de sitios desde el inicio de mi carrera. Buscando por mi nombre de autor puede accederse a gran cantidad de fuentes con poesía mía; y también pueden encontrarse críticas, reseñas y entrevistas acerca de mi trabajo como autor. En Insolente publico un poema diariamente: voy publicando mis libros por entregas.
A.A: ¿Qué consejos le darías a un joven e inexperto escritor para que madure en el arte de escribir?
A.G: Primeramente, que leyeran ávidamente poesía, ensayo, algo de novela. No sólo leer literatura; en lo posible leer algo de psicología, antropología, filosofía, pues es bastante útil y complementario para comprender ciertos aspectos relacionados con el pensamiento poético (si no se puede acceder a las obras o son difíciles de leer, se pueden leer los comentarios o los libros de divulgación). Y, al momento de leer la poesía de los maestros, no sólo disfrutarla y emocionarse con ella; sino también estudiarla: olvídense primero todo contexto histórico y las interpretaciones académicas; me refiero a prestar atención a las palabras con las que está construida esa poesía, cómo el autor las ha unido, qué estrategias ha usado en ello, cómo utiliza la retórica; es decir cómo construye el artificio y el efecto estético. Y con base a estas lecciones, edificar las propias propuestas: no se trata de imitar, sino de dejarse enseñar en un inicio. Ya habrá tiempo para renegar de esas lecciones en un fututo una vez que las hayamos asimilado y tengamos la suficiente potencialidad creativa como autor. También es necesario experimentar mucho: hacer trabajo de laboratorio frente a la página en blanco y ejercicios casi todos los días; de esos ejercicios pueden salir ideas y fragmentos útiles o valiosos para desarrollar. Solo enfrentándose a la escritura una y otra vez se logra cierto dominio de la misma, por lo que es necesario ejercitarla una y otra vez. No se desanime uno si en una sesión de trabajo no se logra ni un solo poema bueno. Un poema a veces es trabajo de varios días, incluso semanas. Pero, sobre todo, vivir intensamente: disfrutar el arte, la naturaleza, y saber estar en contacto con las ideas y sentimientos propios.