Inmensidad Por: Murasaki Sato

El arrullo del mar me susurra tu recuerdo. Imagino perfectamente el sabor de tus labios cuando me vence la ola, cuando se me escapa el aire y el corazón trata de salírseme del pecho. “Te he pensado mucho este último año”. Abro los ojos, toco la arena con la punta de los dedos. Me empujo un poco e intento salir; el océano me reclama, me regresa. El sol se refleja en la transferencia, irradia calor y contrasta con el frío del agua. Doy unos pasos y logro ponerle fin a mi ilusión: he salido caminando, victoriosa pero exhausta.

Regreso la vista a la inmensidad y recuerdo el azul de tus ojos. Tal vez si hubiera luchado con más fuerza me habría absorbido y ahogado entre corrientes. Entre toda esa gente que nos importó, entre el frío y el calor de lo que representábamos tú y yo. De todas las tazas de café que dejamos por platicas inconclusas o el agua de la regadera a presión. Aún recuerdo todas esas noches desnudos con el fondo de un arrullo que se evaporó

Siento que te pierdo y vuelves como el agua; transparente y sumiso, con lo poco que he aprendido y me adentro a tu sinfín de engaños. “Al océano siempre hay que tenerle miedo” y me dan miedo tus palabras. Te he encontrado aquí, y sé que no fue casualidad. Decidida a dejar que me consumiera el mar me adentré sin pensar en que tus palabras me llevarían de nuevo al extremo. Nadé y pataleé hasta al fondo, pero…

He salido del océano con todos tus recuerdo.

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