Llegar tarde por Liliana Magdaleno

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Durante años tuve la muy mala costumbre de llegar tarde a todo. Después de haber perdido citas, clases y otros tantos encuentros me despedí de ese viejo hábito; pero como en todo, quedan resquicios. Este texto es parte de una serie que tiene por objeto la reivindicación a textos visuales y escritos a los que llegué tarde, pero que ahora, gracias a este espacio, se pueden desmenuzar a gusto.

Easy (Joe Swanberg)            Hace un par de semanas estuve enferma y decidí aprovecharlo de la mejor manera que pude: Netflix. Llegué a Easy sin esperar mucho y terminé colocándola en la lista de favoritos. Cada capítulo intenta indagar la forma en que nos relacionamos con otros y las incipientes consecuencias de los pasos que damos: un matrimonio aburrido que decide abrir su relación en busca de la armonía conyugal, una pareja de mujeres cuya dominancia reside en una feminista que se enfrenta a sus propios principios y unos hermanos que inician una cervecería underground son algunos de los personajes que entretejen la historia. De entre este abanico de historias, destaca Art and life, un episodio que relata cómo un escritor de novela gráfica cae en picada tras publicar un último libro, definido por la crítica como un fracaso. Anteriormente, habría escrito un par de novelas cuyo argumento medular eran sus relaciones amorosas; ahora, solo, el recién publicado libro logra reunir apenas a unos cuantos en un auditorio, provocando que el autor decida llevar la charla a la informal y menos vergonzosa intimidad de un bar, donde interactúa con artistas que, como él, desarrollan su trabajo a partir de sus vivencias. El protagonista termina durmiendo con una artista- selfie (interpretada por la maravillosa Ratajkowski), que posteriormente exhibe, como parte de una muestra, capturas de esa noche, ofendiendo profundamente al dibujante. He aquí la discusión. ¿Hasta dónde alguien que produce arte (por decirlo de alguna forma) puede inmiscuir al otro en su trabajo? ¿Qué cosa es intromisión y qué es privacidad? Es cierto que la figura de la musa existe desde hace miles de años, pero en la actualidad esas musas poseen nombre y apellido, son sujetos de vulnerabilidad y de circunstancias particulares que bien podrían detonarse al exponerse en el espacio público.

Actualmente escribo un libro de poemas. Uno de los pilares que sostienen mi escritura es un hombre que me ha provocado un sinfín de sensaciones.  Entonces me pregunto, ¿hasta qué punto los recuerdos que compartimos son sujetos a la maleabilidad a través de las palabras?, ¿qué partes de ese espacio nuestro pueden ser vistas por otros ojos sin causar algún tipo de perjuicio? Incluso las dedicatorias, las fotografías, aquello que de antemano sabemos no solicitado.

La autoficción y sus variaciones son cada vez más socorridas en las narrativas contemporáneas, pero apropiarse de una continuidad de hechos que también pertenecen a alguien más, aún podría resultarme conflictivo. O quizá no lo es, y también llegué tarde a esta discusión.                   

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