De la que creíste de un momento Leslie González

No te invité, tú pediste entrar.

Yo no te di un juego de llaves,

veniste y pasaste como si ya tuvieras calculado el momento.

No lo hiciste bien, pero entraste.

 

Un día me dijiste que era siempre bienvenida a tu casa.

Mentiste. No lo soy, porque sabes que será elevado el costo si me quedo.

Dijiste que podía ir de nuevo cuando yo quisiera, y eso tampoco fue cierto.

Cuentas el tiempo como si pudieras tenerlo.

 

¿Quién te crees? ¿De dónde viene ese oscuro pensamiento?

No soy hija de Eva, escuché en una noche de poesía y lo entendí.

No soy Eva, pero tú si eres Adán y sabías que yo no era una parte de ti,

que yo soy plenamente yo: intensa, eufórica, dañada, aunque siempre parezca feliz.

 

Y es justo ahí cuando los Adanes se atreven a venir por aquí

Creen que pueden tomar algo que los haga sentir, pero se van a ir.

Te seguí. Tú ibas en tu coche, yo iba detrás siguiendo la ruta a no sé dónde.

Ibas a tu casa, no alcanzamos el café en el que acordamos y ante la invitación accedí.

 

Tomamos vino tinto, hablamos de mí contigo:

“Deberías escribir una novela”. ¡Qué sínico!

Algo te ti sabía que terminaría conmigo escribiendo de ti.

Supongo que así se siente no ser Eva; ser Lilith.

 

Te vi en tu cama, recostado pidiendo que te contara más de mí.

¿Para qué? Si lo que quieres es que sólo desnude mi cuerpo ante ti.

¿Para qué? Si mi alma te muestro, te asustas y te querrás ir.

Aún así accedí. Te susurré “No me uses”. Luego creí en ti.

 

“¿Por qué traes aún tu vestido puesto?”. No lo sabía y todavía no lo sé.

No tenía pensado quedarme a tu lado hasta el amanecer,

sucedió lo que tenía que suceder y no me arrepentí; me compartí,

te contemplé. “Te estoy cuidando”. Aviso temprano que no seguí.

 

No me tienes que cuidar, amigo, yo soy Lilith.

Yo pienso, grito, lloro, reclamo, pero no engaño y creo que tú sí.

Pequé de muchas formas, aunque no soy católica, me debo a mí.

No sé cómo sea tu Dios, pero no lo escuchaste cuando te habló de mí.

 

Mira, pensaste que sería de una noche, pero yo soy de más de una vida.

Está bien, corrí el riesgo otra vez y no tendría razón culparme de nuevo.

¿Nuevo? No. Nada nuevo, te fuiste, aunque ni siquiera lo pasaste. ¿Fue tu ego?

Ya lo entendí. Esperabas una Eva, te encontré días después sentado con ella.

 

Amigas de la Vida

 

A las que son como yo:

 

No sé realmente si haya más como yo, pero me siento y observo

A veces nos veo, sí nos encuentro, Somos a las que no saben querer porque creen de hielo

Ven, te leo mi currículum que a mis 22 años parece extenso,

Servicio público, política, licenciada en comunicación y estudiante de derecho.

 

Me rompieron los ideales, los tomé y juego a ser empresaria, ¡Ahí la llevo!

“Leslie, tienes mucho talento”, satisfecha en el momento, insaciable al otro.

¿Inteligente?, sí. Leo, cuestiono y pienso más de lo que digo, eso rompe al ingenuo.

Mira mis fotos, mírame a mí, aquí con el maquillaje perfecto, cómo cuido mi cabello

 

Se acercan tantos de diferentes edades, pero no entienden el arte, ni lo que siento

22 años, dos violaciones, golpes en casa, muñecas dañadas, casi como adentro

Mira, seguro sí puedes ver mi sonrisa, pero mi pasado no te lo cuento.

No es que no sea todo esto, es que, si solo ves mi silueta; te miento.

 

Las que son como yo no cargan con la mierda de otros,

Llevamos las cicatrices en el cuerpo y una película en los ojos

Las que no nos escondemos, pero no nos ven, no somos para todos.

Las que llevamos sangre hirviendo, calma, cielo y hermosos infiernos.

 

No hay esperanza aquí, venía en la caja de Pandora, ¿No sabías?

Solo puedo vivir si sé que en algún momento mi cuerpo estará muerto.

Se quedan mis risas, mi humor negro, mi melancolía, mi alegría.

Las que son como yo, aparentamos belleza y somos más; amigas de la vida.

No nací valiente

Historia Anterior

Discriminación ¿artificial? Ricardo Yépez

Siguiente Historia

Amor de cristal Murasaki Sato