El estilo de vida Hemingway por Mixar López

Nadie vive su vida hasta apurarla,

excepto los toreros.

 

Fiesta, Ernest Hemingway

Toda mi vida he visto las palabras como si las estuviera viendo por primera vez, dijo Ernest Hemingway poco antes de morir. En muchos sentidos, Hemingway ejemplificó para el Vigésimo Siglo, lo que significa vivir como un escritor.

         El ejemplo más notable de su influencia en la literatura, ha sido sin duda Norman Mailer (1923-2007); aunque Mailer trabajó más el estilo barroco, su narrativa no pudo diferenciarse mucho a la de Hemingway. Una excepción es el mamotreto o “novela de no ficción”, 'La canción del Verdugo' (1979), que muchos críticos consideran como el mejor libro de Mailer. El “innovador del periodismo literario” pareciera haber modelado su vida leyendo la de Hemingway: buscando peleas a puñetazos, siendo mujeriego (Hemingway tuvo cuatro esposas, Mailer seis) y gozando de una celebridad como el “Papá” de absolutamente TODO.

         Muchos, demasiados, han fracasado tratando de establecer este estilo de vida; por ejemplo, la carrera de George Plimpton (1927-2003) fue una especie de parodia mal gusto de Hemingway. Está bien, Plimpton también vivió en París de joven, pero se le ocurrió fundar una revista ('The Paris Review') en lugar de escribir cuentos y novelas; desde ese entonces, se vio involucrado en una serie de acrobacias que parecieron realmente burlarse del estilo de vida vigoroso y etílico de Hemingway, al tratar de rendirle “tributo”: luchando fugazmente contra un campeón de boxeo (apenas tres rounds con Archie Moore), jugando al fútbol profesional (jugó como mariscal de campo para los 'Detroit Lions'), haciendo pininos en el hockey sobre hielo ('Boston Bruins'); además, fue domador de leones y posteriormente, escribió libros sobre estas experiencias.

         Antes de la publicación de 'Adios a las armas' (1929), los poetas románticos probablemente sirvieron como nuestro modelo principal para la vida y la escritura. En el Siglo XVIII, un escritor debía ser un alma torturada, que recordaba sus experiencias en la “tranquilidad” del ajeno, a lo Wordsworth, Shelley y Keats.

         Hemingway cambió todo lo que Proust restableció: el recuerdo de las cosas pasadas, sí, pero escritas atado al camastro. Proust era un tipo que iba de la cama al living (y no por la fama), mientras que Hemingway escribía de pie, en el bar o la calle, en la caza, la pesca en alta mar o las corridas de toros. ¡Al Diablo con los escritores de pupitre!

         Hoy en día, la influencia temática de Hemingway es víctima de su propio éxito. El investigador privado que habla duro, marcado constantemente por sus tendencias alcohólicas, la insubordinación a la autoridad y la extrema sensibilidad a la hora de enfrentar un caso, es una figura tan generalizada en nuestra cultura, que parece haber existido siempre… pero sólo la ha vivido un hombre.

         A medida que su muerte retrocede, más allá en las cenizas del pasado, el estilo de vida de “Papá” se vuelve más difícil de recordar —y por lo tanto, más difícil de emular, que cuando las hazañas de Hemingway eran una aparición en los noticiarios nocturnos y en las páginas de la revista 'Life'—.

         Con respecto a influencia de su prosa, el comité noruego del Premio Nobel actuó de forma muy correcta cuando recompensó a Ernest Hemingway “por sus poderosos dominios del arte de la narración”. Hemingway cambió la forma en que se escribe y se lee la literatura… y la cambió para siempre.

 

 

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Mixar López (Guerrero, 1975). Cronista y crítico musical. Es colaborador de diferentes revistas y periódicos de México, EEUU, España y America Latina. Reside en Des Moines, Iowa, Estados Unidos. Su primer libro de crónica, 'Prosopopeya: La voz del encierro', está próximo a ser publicado por la editorial Paraíso Perdído.

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