Ilustración: Alejandro Medina
No te puedo escribir sin que se me haga un nudo en la garganta, pero ojalá esto llegue hasta donde estás, te voy a extrañar mucho. Me acuerdo que empecé a escuchar tu música cuando tenía unos 2 o 3 años, no fue por un hecho muy agradable, te lo tengo que decir, años antes habían asesinado a un tío y después de esta terrible perdida recuerdo muy bien que mi tía se partía de dolor cada vez que ponía “Amor Eterno” a la que tu llamaste “oración de amor”, la imagen de esos momentos es y sigue siendo muy dolorosa porque lo único que podía escuchar era un llanto ensordecedor y a lo lejos esa estrofa de tu canción que dice “Como quisiera que tu vivieras, que tus ojitos jamás se hubieran cerrado nunca y estar mirándolos” justo ese momento se quedó congelado en mi cabeza; porque desde ese día hasta ahora mi tía sigue llorando con esa canción, que no solo fue eso, esa oración ayudó a mi familia durante el duelo y te agradecemos profundamente, hoy también sufro, hoy sufrimos por tu ausencia.
Para mi te convertiste en un compañero de muchas experiencias, de muchas etapas de mi vida, sin querer estuviste ahí. Mi padre me contaba que tenía unos once años cuando escuchaba tu primer éxito “No tengo dinero”, vivía en un pueblo cerca de Atlixco, Puebla, y cantaba mientas él y mi abuelo metían pan al horno. Con esa canción México te conocía y desde ahí supimos la talla de artista que estaba naciendo, gracias por tu transparencia, por no decir mentiras aunque en realidad nos diste más de lo que esperábamos.
También te recuerdo en otra etapa de mi vida, tenía unos 10 años cuando acompañaba mi mamá a su trabajo y cada vez que terminaba de dar una consulta y nos preparábamos para cenar ahí estabas tú, saliendo de los labios de mi madre, con voz melancólica y entre cortada, me da una profunda melancolía recordarlo porque me sabía sola, ella y yo, muchas veces la vi llorar con tus canciones y cada qué le preguntaba ¿por qué lloras? me acariciaba el rostro y me decía “por nada” y seguía cantando. Siempre he creído que hay una canción tuya para describir instantes.
Claro que también tu música me hizo llorar por ejemplo cuando me enamoré por primera vez y juraba que “Yo no nací para amar” estaba inspirada en mi vida. Te cantamos en las fiestas que reunían a toda la familia y por supuesto “¿Por qué me haces llorar?” fue el himno de las mujeres divorciadas que se juntaban en las reuniones. Por suerte te pude ver hace poco, muy de cerca y tengo que decirte que lucías extraordinario tal como siempre esperé verte, bailando y gozando a tu público. Sé que estás feliz, aquí nos harás mucha falta y créeme que nadie ocupará tu lugar. Juan Gabriel, te volviste parte de la memoria colectiva de miles de mexicanos pero para mí te convertiste en parte de mi familia. Hasta siempre, querido.