Órganos impresos Ricardo Yépez

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El progreso de la medicina nos depara el final de aquella época liberal en la que el hombre aún podía morirse de lo que quería. Stanislaw Lec

 

— Me da un hígado para trasplantar aquí.

— ¿Va a pagar el telequirófano, el cuidado intensivo y la rehabilitación o lo va a cargar a su seguro de derechohabiente?

— No, cárguelo a mi tarjeta, por favor.

—Estará listo en 15 minutos, si gusta pasar y prepararse para la cirugía.

Este diálogo parece surgido de una utopía (sobre todo por la rapidez de atención), pero el teletrabajo, los robots en el quirófano, las impresoras 3d y los adelantos en la investigación de biotintas prometen hacer posible en pocos años los trasplantes de órganos y reparación de tejidos óseo, dérmico y muscular. Sin embargo, los obstáculos a superar en esta innovación como en muchas otras popularizaciones de tecnologías son no los factores técnicos sino la administración pública y los intereses de la iniciativa privada.

La biotinta para la creación de órganos mediante procesos como la impresoras tridimensionales o la inoculación directa del material tiene muchos aspectos bajo investigación: la composición de material biológico, la adaptación de la impresión 3d a esta tinta, e incluso los transportación de material dentro del cuerpo; sin embargo, los avances han sido positivos en experimentos con tejido óseo, muscular y epidérmico; y en cuanto a portadores, tanto nanopartículas como células.

La bioimpresión es un elemento esencial del proceso de biofabricación y constituye un área de investigación multidisciplinaria emergente y prometedora, que propone la «fabricación» de tejidos y órganos utilizando técnicas y recursos de creación rápida de prototipos, como la fabricación aditiva, a partir de imágenes de exámenes médicos, como la tomografía computarizada y la resonancia magnética.

Los materiales usados para desarrollar el material biológico para la tinta pueden ser algas marinas o el salmón, que nos pueden parecer tan inverosímiles a los neófitos de la biología.

Pero incluso una vez lograda la tecnología, probablemente, se necesite de un lapso de socialización para que los usuarios no opongan prejuicios morales a la nueva tecnología que las innovaciones biomédicas suelen enfrentar una vez alcanzada su disponibilidad. Los conservadores y “las buenas consciencias” podrían objetar algún conflicto moral ya que algunos experimentos usan células madre para desarrollar el biomaterial; sin embargo, este material genético no es imprescindible en el desarrollo de la biotinta hasta ahora.

Otro factor importante es la inversión pública o privada que pueda obtener la biotinta y la generación de órganos, ya que desde hace años la salud pública se ha ido privatizando y un oligopolio de industrias farmacéuticas también ha ido reduciendo los servicios médicos para encarecer aparatos y medicamentos, y la salud deviene privilegio día con día al alcance de unos cuantos para la ganancia de muchos menos.

Hoy en día, una gran cantidad de mexicanos no goza ni de los servicios básicos y menos de un doctor a menos de 5 horas de traslado; para ellos hablar de innovaciones biomédicas seguirá siendo un sueño guajiro durante muchos sexenios. 20 millones de mexicanos no tenían acceso a los servicios de salud antes de la pandemia del Sars-Cov2, eso es uno de cada seis connacionales.

Sin duda, los avances en las tecnologías de la vida le podrían ganar la carrera a los que hoy se destruyen el hígado con alcohol o los pulmones con el cigarrillo, para contrarrestar sus funestas consecuencias.

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