Lo que nos rodea está hecho de una simbiosis inexplicable. Los ruidos que nos despiertan, las melodías de los vecinos, los ladridos de nuestros perros y también la forma en que sabemos que nuestro camino se acorta cuando doblamos la esquina de la calle o cuando tomamos el autobús. Nuestro perímetro es el que habitamos y el que vamos dejando detrás de nosotros. Desde nuestras minúsculas camas y nuestras cobijas aún calientes hasta nuestros jabones de baño y el agua que corre en el lavabo cuando nos limpiamos la cara. Todo el tiempo abandonamos: nuestros platos sin lavar y las tazas en espera de ser bebidas o los zapatos que no quisimos usar. Y sin querer, necesitamos eso. Incluso con lo que nos parece indistinto como las personas con quienes no interactuamos, las sillas en las que no nos sentamos y las palabras que no leemos. Me acuerdo siempre de ese cuento de Casa tomada de Córtazar en donde un algo no reconocible iba devorando todo y los personajes son expulsados de su casa. En lo cotidiano también salimos y parece que echamos la llave en la alcantarilla pero también quedamos en lo que dejamos.
Perímetro por Gabriela Cano
¡Échale un ojo también!
No sé si acabé la semana o la semana acabó conmigo, le digo a la señora Benita después del trabajo. Ando bien cansado, le…
La manifestación se extiende por las calles. Es esa efervescencia la que te hace seguir a un grupo que, al unísono, grita protestas. Ese…
Ya viene, ya está aquí, la gran oposición al gobierno morenista. Llegó este 20 de enero y viene con todo. Ellos se dicen preparados,…
II El martes me sabe amargo y derrotero. El mayordomo me dice: «Oh, son buena marca esas tijeras, a ver, y ya no están…