Resiliencia entre el caos Por: Lorena Murillo

Montserrat Silva, fotografía.

El no pertenecer es un hecho relevante

Ante esta presencia ausente casi inexistente e inexplicable.

El grito de la conciencia muda transpira entre mis pies

Que solo avanzan cual ficha de ajedrez.

La soledad me llama

Y yo a gritos sordos

Camino a paso cansado sin destino ni llegada.

Emociones encontradas erizándome hasta los huesos

Del ser y no ser

Estar y no llegar.

La ausencia de todo o casi todo

Me tranquiliza al saber que estoy conmigo

Aunque en estos días largos

Me incomoda mi compañía.

No logro ser buen capitán de mi barco en este viaje.

Esta nueva vida, me grita

¡tranquila!

A paso lento

Si queremos llegar lejos.


 

 

Una decisión no del todo bien pensada, maniobrada o estructurada pero convencionalmente a ratos deseada, sabía que la necesitaba, pero tampoco sonará como la idea mejor planeada, más que solo en mi mente un medio análisis premeditado.

Algo así iniciará este caos de antónimos tanto de palabras como de ideas.

 

Radicar de una forma radical sonará una idea intrínseca pero convincente ante mis ideales llenos de ideologías desplazadas, un tanto desfasadas pero idealizadas; ya mejor ubicadas en mi lóbulo frontal.

 

Ciudad nueva; acento que tuve enraizado de pequeña y ahora por perderlo me cobran el impuesto doble delegado por cada sujeto, al usar los servicios que voy conociendo y yo por ser inexperta o desconocerlos accedo a pagarlos sin tantos peros. Calles nuevas, sonrisas, escaneos callejeros nuevos, con menos de tres amigos y deseosa de volver a ver a los antiguos míos, comodidades perdidas, complejos a flor de piel, sentimientos encontrados y re-bien chocados dentro de su mismo eje, extrañar a mi perro que ya hasta dejó de ser mi perro. Me he pasado los días deseando volver a casa y abrazar a los míos y caminar y perderme por horas y respirar al saber que estoy a diez minutos de mi nuevo llamado o asignado por mi “hogar”.

Todo estaba lleno de porqués, pero optamos por cambiarlo a los para qué, los aprendizajes y enseñanzas que decidí me llegaran de madrazo sin previos avisos sin sumergirme en el victimismo, levantarme a escoger el próximo fregadazo pero aprender para no volver a pasarlo. Besos dejados, pero no en el aire sino en espera de la próxima entrega. Conversaciones pendientes, abrazos no dados y felicitarlos por sus estrellitas en la frente. Escuchar a mi padre hacer la pregunta sería por la noche, ¿Quieres café? Contestarle que sí para buscar tenerle de frente y ver sus ojos que de repente a sabiendas del clima o el color de ropa me dejan contemplar la variación del color de la miel contrastada por el verde y a semejanza destellos del café.

 

La edad es el número, la mente es el estímulo que cada uno le da a su cerebro, las vivencias y no atorarse en los complejos. Siempre he creído en que todo es temporal y solo cada uno de nosotros es capaz de determinar el tiempo que decidimos estar ante tal y cual situación, se necesita valor, terapia y sujetarse lo que cada uno lleve entre las piernas.

 

Despedidas, deseos, sueños, ilusiones y esperanzas de mí y para mí, ¡Qué diablos! Qué revueltas sentimentales. Pero qué necesario era salirme de lo bien que solía estar.


Montserrat Silva, fotografía.  

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