Frente al teclado de una computadora, con la mente prácticamente en blanco, intenté escribir algo que a la gente le interesara leer, algo que llamara su atención y que los mantuviera cautivos por lo menos unos minutos. Pero algo pasó, nunca se me ocurrió nada.
¿Han tenido ese sentimiento de frustración que provoca el hecho de saber que tienes la capacidad de hacer algo, pero justo cuando te dispones a hacerlo, no lo logras? Es algo realmente desesperante, algo que puede llegar a poner tus nervios en lo más sensible y que afecta directamente en tu estado de ánimo, pues de cierto modo, te sientes derrotado, fracasaste en algo que puedes hacer.
Pasaron por mi cabeza un montón de ideas, desde los temas más sencillos y trillados de la vida del ser humano, hasta las broncas que radican su origen en lo más existencial y complejo del universo. Pero aún, nada, nada se lograba aterrizar, todo era una idea que flotaba en el aire y que podía ver, pero no podía traducir, no surgían las palabras.
Pensé en escribir sobre la doble vida que todos llevamos, porque en realidad, todos tenemos una doble vida, aunque pretendamos negarlo. Una en donde buscamos ser plenos, donde aparentamos estar bien y que sólo nos aquejan las preocupaciones cotidianas de la vida, alguna deuda, los horarios que nos consumen a manera de trabajo, un malestar corporal, no sé, alguno de los temas de los que podemos hablar hasta con cierto acongojo pero sin temor a ser juzgados.
Por otra parte, vivimos la vida que sólo nosotros podemos conocer, en donde nos persiguen nuestros propios secretos, nuestras mentiras, mentiras que externamos pero que incluso nosotros mismos llegamos a creer a fin de sentirnos bien, donde conocemos lo que ocultamos a los demás y todo lo que hacemos para aparentar que estamos bien incluso con las personas que consideramos más cercanas. Una vida en donde vivimos nuestras propias pasiones, con culpa o sin ella, pero que a final de cuentas se convierte en una segunda vida, algo que pesa y que en su momento se convertirá en una consecuencia.
Pensé hablar del momento en el que buscamos darle un giro a nuestra existencia. De todos aquellos que deciden dejar prácticamente todo atrás para buscar un objetivo distinto, pero también de las personas que hacen pequeños cambios para provocar pequeñas diferencias en su día a día. En el riesgo que se corre, en las pérdidas a las que estamos expuestos en estos casos, en el golpe de realidad que muchos experimentan cuando deciden salir de su zona de confort.
Pasó por mi mente hablar del fenómeno social en el que nos encontramos inmersos y en donde convivimos varias generaciones en donde nadie se puede considerar como un verdadero conocedor del actuar de las personas, pues somos una mezcla de costumbres, comportamientos, ideas y puntos de vista totalmente distintos, amorfos e inigualables.
En fin, pasaron por mi cabeza muchas ideas que para mi gusto, podrían ser un buen tema, algo que enganchara la atención de los lectores, temas de dinero, de religión, de la misma sociedad y del ser humano.
Pero en realidad, todo seguía siendo una idea, todo seguía vagando en mi mente en blanco, si irónicamente mi mente seguía en blanco a pesar de todas esas ideas, pues nada se transcribía en la pantalla, si bien escribía 5 palabras, borraba 4 pues nada tenía forma.
Fue entonces cuando me di cuenta de algo, la poca atención que ponemos a nuestros pensamientos, lo poco que valoramos todo lo que conocemos y sabemos, pues en muchos casos creemos que no tenemos nada que decir, nada que aportar, pensamos que no tenemos nada valioso que entregar a los demás o a nosotros mismos, pero para mi sorpresa es totalmente distinto.
Tenemos la capacidad de pensar, crear, analizar, razonar y definir muchas cosas, muchos temas, muchas ideas, pero nuestros propios límites como seres aparentemente pensantes, mezclado con nuestro ego y nuestro miedo, nos cubren los ojos, nos inmovilizan los pies y atan nuestras manos hasta hacernos pensar que no han nada por decir, por pensar ni por hacer.
El haberme bloqueado me dio la oportunidad de darme cuenta que nunca dejamos de ser un ser humano, activo en ideas y acciones, haberme bloqueado me permitió saber que incluso en los peores momentos, es mucho mejor, incluso sin darnos cuenta, tener la mente en blanco.