Hace poco tuve la oportunidad de conocer el material seleccionado en un concurso de cortometrajes de terror que se llevó a cabo en mi ciudad natal.
Debo confesar que no he sido muy cercana a la organización y contenidos de este concurso, aunque ciertamente he escuchado sobre la relevancia que ha tomado en estos cuatro años de realización consecutiva. En esta ocasión me di la oportunidad de conocer los cortos seleccionados a razón de diversas pláticas que se habían suscitado entre amigos del rubro acerca del concurso y también porque muchos amigos participan apasionadamente en la realización de sus cortometrajes.
Me fui adentrando poco a poco a conocer los trabajos seleccionados en esta edición 2020, cuyo tema central fueron los pecados capitales y me sentí muy impactada y conmovida en un sentido sumamente doloroso.
El primer corto que vi, me provocó esta sensación abrumadora de indignación y gran dolor, es un trabajo espléndido, hay gran calidad en la fotografía y en las actuaciones, sin embargo, me cimbró fuertemente la ligereza y el enfoque sensacionalista con el que se aborda un tema que no es ficticio y que cada vez ha sido más cercano a las esferas de muchas familias en este país, el feminicidio. Este tema que golpea nuestra sociedad, en el que muchas mujeres han sido asesinadas y muchas otras continúan desaparecidas por delitos infames, múltiples expresiones de LA VIOLENCIA, el gran azote de nuestros días.
Me quedé impactada, pero pensé que era importante conocer las demás propuestas para poder formar un criterio más completo acerca de la muestra de este año. Descubrí que tres de los cinco cortos seleccionados por la categoría de productoras independientes tocan el tema del feminicidio desde distintas perspectivas, también pude ver el tráiler de un corto que no fue seleccionado pero que también toca el tema. En mi mente y corazón sonó la alerta roja cuando vi escenas de mujeres desmembradas siendo violadas y otras brutalidades que no voy a reiterar.
Es por eso que me decidí a escribir este texto, con el afán de hacer muchas preguntas y con ellas convocar al diálogo.
Creo fielmente que como gestores y organizadores de eventos de arte, cultura y comunicación tenemos la responsabilidad de contribuir al desarrollo de una consciencia social más profunda e interiorizada, y también creo que como artistas y creadores debemos ser consecuentes con el contexto al que pertenecemos directamente, más aún lo creo cuando vivimos en una ciudad con avanzada descomposición del tejido social y avanzado progreso de manifestaciones violentas que a todos nos afectan y atañen. Creo que la sensibilidad y empatía deben ser rasgos característicos de nuestro trabajo.
Con respecto a la divulgación abierta de los materiales con alto contenido de violencia explícita y extrema, ¿se pretende aumentar el umbral de tolerancia a la violencia entre los espectadores? Cuanto más expuestos estamos a los contenidos de violencia, nos tornamos más indiferentes, la indiferencia es método de protección contra la locura en medio de lo dura que es la realidad, la indiferencia es opuesta a la sensibilidad. Si el trabajo en el arte, la cultura y la creación no apuesta por sensibilizar y construir criterios más humanizados ¿entonces a qué le apuesta? ¿qué pretende?
Si, el arte nos cimbra y es también labor del artista impregnar su creación de análisis y perspectiva. En el arte nos puede trastocar tanto lo bello como lo grotesco, pero el artista deberá observar y digerir las nociones de su obra antes de volver su trabajo un espacio para la reverberación de lo cotidiano. Personalmente creo que, en un momento histórico y social como el que atravesamos, es nula la aportación y la creatividad contenida en el arte que re-crea y reitera actos violentos sin análisis ni empatía, por el contrario, creo que es dañino y contraproducente. ¿Para qué tapizaríamos el cine, el teatro, las artes visuales de la violencia que ya de por sí experimentamos?
En un contexto plagado de destrucción, es tan urgente construir, conformar nuevos paradigmas, o cuando menos aunar a la deconstrucción de los antiguos, aquellos que nos tenían ciegos y aislados.
Estos y otros cuestionamientos comparto a continuación como un condensado de preguntas dirigidas para el lector de este artículo, así como para los espectadores y creadores de contenidos del medio del arte y la cultura en Guanajuato.
¿Qué posturas políticas secundas por medio de tu trabajo?, ¿Lo haces de manera consciente (¿o sin querer queriendo?) ?, ¿Has identificado contenido dentro de exposiciones o festivales que incentiven la normalización de la violencia en tu ciudad? ¿Crees que debe haber en las gestiones de arte y cultura objetivo(s) común(es)? (¿si? ¿no? ¿Cuál(es)?) ¿Crees que el trabajo artístico conlleva algunas responsabilidades? ¿Cuáles? ¿Qué relaciones ves entre el arte y la violencia en México? ¿Tú qué piensas?
¿Qué otra cosa más atinada y justa que el diálogo en estos tiempos? Constantemente estoy a favor del diálogo y del enriquecimiento de nuestras perspectivas a través de las posturas de las otras y los otros, sería muy bueno acercarnos para hablar libremente del tema y posteriormente generar un espacio de diálogo con realizadores y gestores para conocer nuestros pensares en torno a la violencia y el arte en Guanajuato, seguramente todos podríamos obtener aprendizaje y descubrimiento de ello. Si tienes algún comentario que te gustaría compartir escribe a revistagolfa@gmail.com y contactemos.
Ahora bien, me despido, pero por si no quedó claro:
Expreso mi desacuerdo total por el lanzamiento y libre divulgación de materiales que abordan el tema del feminicidio con escenas de extrema violencia explícita e innecesaria, carentes de posicionamiento o perspectiva clara en torno al tema. Estoy totalmente en contra de cualquier material de comunicación, arte y cultura que difunda, promueva o replique la violencia ejercida en contra de mujeres, hombres y animales.
Fin.
Naomi Morales (Celaya, 1989)
Artista Visual, Gestora Cultural, Tejedora y Conversadora.