¿Por qué pasé de pensar en la maternidad a estudiar las paternidades? Por Maritza Duarte

En 2014, durante mi segundo semestre de la Maestría en Investigaciones Sociales y Humanísticas, como parte del plan de estudios del posgrado estaba la asignatura de Investigación Cuantitativa impartida por una socióloga de formación.

Como evaluación para esa clase nos pidió que desarrolláramos una investigación a menor escala a nuestra tesis, pero con una orientación cuantitativa -o mixta, en el mejor de los casos- sobre algún tema que no tuviera nada que ver con nuestra línea de trabajo.

Inicialmente la propuesta no fue tomada con agrado por ninguno de nosotros, pues eso nos obligaba a pensar y dedicar esfuerzos en algo que no se reflejaría en avance alguno para nuestra tesis de grado.

Sin embargo, con el paso de los días fue un respiro y en mi experiencia personal, resultó derivar en mi actual tema de tesis y a la línea de investigación a la que quiero dedicar mis próximos trabajos académicos.

En aquella ocasión, elegí trabajar con el tema de la maternidad y la lactancia. Una compañera psicóloga y yo trabajamos juntas en esa investigación y desarrollamos una estrategia para la recolección de datos que nos obligaba a llevar nuestros esfuerzos más allá de lo cuantitativo, y poco a poco dejamos de lado las tendencias y las escalas, y nos acercamos a las historias detrás de nuestras sujetas de investigación: las madres.

Dentro de las entrevistas en profundidad de estas mujeres que vimos durante dos meses, descubrimos que la adquisición del rol materno no sólo depende de qué tan hábiles se consideran estas mujeres respecto al cuidado de sus hijos e hijas, sino que sus cónyuges también ejercían influencia tanto en sus prácticas como en su construcción de subjetividad.

A partir de ese momento y en consonancia con mi segunda maternidad, descubrí que efectivamente, contar con un cónyuge que compartiera no sólo la proveeduría del hogar sino también la crianza de los hijos, su cuidado diario y las labores cotidianas del espacio doméstico era primordial para que la maternidad fuera una experiencia con menos estresores, más cuidada y mucho más consciente.

Fue entonces que pensé en trabajar con los padres que ejercían una paternidad no tradicional dentro de familias tradicionales y entender cómo las estructuras socioculturales generaban un contexto, pero que su agencia les capacitaba para encontrar las estrategias necesarias que les permitieran experimentar una paternidad más participativa.

Conforme la experiencia del doctorado ha avanzado, comprendo que los padres son activos y participativos -a su manera- a partir de sus circunstancias, pero también como respuesta a una demanda dentro del hogar, la familia de origen, los amigos y por supuesto, las propias experiencias como hijos y expectativas que van construyendo como padres.

Desde mi experiencia como hija y como madre, reconozco que las masculinidades son un área de oportunidad en la que vale la pena trabajar desde la academia, no para validarlas sino para cuestionarlas críticamente y proponer nuevos escenarios desde donde hacer de la vida cotidiana, un lugar más simétrico y humanizado.

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