Extraña por Mario Acosta

“¿Te has dado cuenta? Estas hablando sólo de nuevo. Otra vez estás tratando de explicar lo que pasó sin que nadie te lo pregunte, incluso, ya había olvidado el tema…”
Fue todo lo que pude escuchar de mi compañero de cuarto, quien al parecer había perdido el asombro y, me atrevería a decirlo, muchas de sus emociones como ser humano. 
Incluso debo decir que mis palabras trataban de entablar un dialogo con él, no estaba hablando solo para mí, sin embargo el tema no parecía interesarle, por lo que su atención estaba completamente ligada a la pantalla de su celular, a esas 6 pulgadas que parecen atrapar a las personas y les roban la vida. 
Mi asombro, tenía su origen en algo menos material, lejos de lo mundano y tan sencillo que quizá por eso, no es importante para la mayoría de las personas.  Fue algo casual, de esas cosas que piensas que son imposibles o que sólo podrían pasar en las páginas de un libro. 


Eran cerca de las 8:00 de la noche, apenas unos minutos antes de la hora. Caminar por la acera, cerca del lugar en donde vivo, es un espectáculo. Es casi una coreografía que puedo ver gratis todos los días y en donde los actores principales tienen sus roles bien definidos. 
No hay día en el que 4 muchachos de preparatoria pasen corriendo para tomar el último camión que los lleva cerca de su casa, obvio, mejor correr que pagar un taxi. Más adelante, está bajando una cortina pues es hora de cerrar el negocio de una señora pelirroja, que por más que intento, no logro saber su nombre. 
El tráfico por la calle es la banda sonora, los motores de los carros, los autobuses y las motocicletas, dan ambiente acompañados por los claxon y las mentadas de madre para el que no sabe respetar el semáforo que está en la esquina, justo por donde siempre cruza Doña Lena, una señora que siempre va del brazo de su nieto, supongo que van a casa, ella siempre tiene cara de cansancio pero nunca falta la sonrisa cuando saluda a quien creo, es su amiga, otra mujer que siempre espera sentada en una vieja silla en la puerta de su casa, ese “buenas noches” de Doña Lena. 


Todo es igual, todo siempre igual… excepto hoy… 
Con la mano dentro de mi bolsillo, tomando la llave de la puerta de mi casa, a pesar de que aún me restaba un buen tramo para llegar, un sonido fuera de la rutina me hizo distraer. Detrás de mí, una risa apenas sonora llevo mi atención por encima del hombro, me hizo caminar más lento. 
Era ella, la misma cara, los mismos ojos y la misma sonrisa. El aroma, apuesto que también lo reconocí. 
Mi reacción fue detenerme y dar la vuelta de golpe, pero, me quede mudo e inmóvil… ella no pudo detenerse, chocó contra mí y, solo pude verla a los ojos. Fueron 2 segundos, tal vez sólo 1, pero ella tampoco dijo nada, todo lo dijo con su mirada. Apenada, salió del camino y siguió avanzando, y en mi mente sólo trataba de gritarle que apenas la noche anterior apareció en mi mente mientras dormía y que justo esa noche, había tenido el mejor de los sueños, pues conocí a la extraña más familiar. 
“Sólo fue un sueño, quizá ni era ella, sólo te gustó y lo estás relacionando, relájate, esas cosas no pasan…” dijo mi compañero de cuarto…
Pero sé algo, si pasan, y si me pasó, fue un instante en el que descubrí el poder de una mirada, el calor de una sonrisa que apenas se dibuja en el rostro, la combinación perfecta para expresar lo que cada persona lleva en el alma. 


No sé ni me puedo imaginar cómo es que funciona el destino, sólo sé que estamos tan ocupados en tantas y tantas cosas, que nuca ponemos atención a sus señales, dejamos pasar oportunidades únicas y tomamos decisiones que a veces, no son lo que en realidad queremos. 
Hoy, estoy de nuevo en la calle, caminando despacio, tomando la llave de mi casa dentro de mi bolsillo y levantando la cara, con la mirada al frente y hacia todos lados, con los oídos alerta y tratando de percibir de nuevo ese aroma, tratando de encontrarla, haciéndole caso al destino, haciéndole caso a mi mente, buscándola a ella, buscando a mi extraña…

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